Sorpresivamente Cristina Kirchner metió el dedo en la yaga cuando habló de los "gastos tributarios". Es un tema de vital importancia teniendo en cuenta las complicaciones que tiene el Estado para lograr el equilibrio fiscal.
Se llama gasto tributario a todo recurso que deja de percibir el Estado por dar un tratamiento diferencial que beneficia a un determinado sector o rama. Por ejemplo, un IVA más bajo para determinado rubro. Por supuesto ese rubro se beneficia a costa de las arcas del Estado. En realidad, es a costa de todos los demás sectores pues esos recursos que no se recaudan del sector beneficiado, tienen que sacarse del resto de los sectores con otros impuestos o más alicuotas.
Estos tratamientos diferenciales son de diferentes colores. Hay de todo. Siempre suenan lindo. Tienen buenas intenciones. Por ejemplo, regímenes de promoción industrial o de ventajas impositivas a ciertos lugares geográficos. Esto abre la puerta al juego del lobby. Todos tocan la puerta para pedir leyes especiales que los beneficien. Y lo insólito es que terminan aprobándose en el Congreso. Ojo: siempre con buenas intenciones.
Cristina alertó que, si esos gastos tributarios no existieran, se podría directamente eliminar el déficit fiscal. En cualquier curso de política económica se aprende que la política impositiva más eficiente es la que impone tasas uniformes para evitar filtraciones, distorsiones intra-sectores y discrecionalidades.
Lo insólito es que este planteo de Cristina no sea esbozado por Juntos por el Cambio. Ideológicamente, se supone que Juntos por el Cambio debería tener una postura más clara contra esta Argentina del lobby, de lo corporativo. Macri fue el que más empujó para que estos temas aparezcan en escena. En su libro cuenta como los empresarios acordaban con él en las reformas a realizar, pero cuando se marchaban le advertían: "¿Pero la mía está, no?" Nadie quiere perder beneficios, privilegios.
Los economistas del PRO también quieren avanzar en esta agenda pero quedan rehenes de las ambiguedades de sus dirigentes o diputados que votan leyes "pro-privilegios" sectoriales. Un caso emblemático es el regimen especial de fomento para el ensamblaje de electrónicos en Tierra del Fuego. Dicho sistema está lleno de filtraciones, injusticias y beneficia fundamentalmente a los empresarios protegidos en detrimento de los sectores bajos que pagan celulares carísimos. No tiene nada de progresista ese regimen pero Juntos por el Cambio ni siquiera tienen una postura clara sobre el tema.
Otro lobby es el del Impuesto a las Ganancias. En los países desarrollados, este impuesto es el eje del sistema tributario. Lo pagan un número muy alto de trabajadores, por supuesto con tasas que ascienden según el nivel salarial. En realidad, en todo el mundo se le llama "impuesto a los ingresos".
Aquí dicho impuesto es casi inexistente. Lo paga, actualmente, solo el que gana más de 500 mil pesos. Dada la debilidad fiscal del Gobierno es bastante insólito que un trabajador que gana 480 mil pesos (que está muy cómodamente en el primer decil de ingresos de la pirámide salarial) pague 0 de Ganancias. Claramente aquí opera muy fuerte el lobby de la CGT. Juntos por el Cambio, otra vez en silencio. Peor: Macri había prometido en 2015 que ningún trabajador pague Ganancias. Una aberración impositiva.
Cristina abrió una caja de pandora. El PRO y la UCR tienen que escuchar un poco más a sus economistas y no dudar: basta de privilegios impositivos, exenciones, regimenes especiales o dedos que eligen sectores ganadores desde el Congreso o la Casa Rosada.
