Nadia tiene 29 años, es de La Plata, y ya convive con Cristian en nuestra ciudad. Él tiene 31, es de Mar del Plata y se enamoraron cuando ella buscaba despejarse de la ciudad de las diagonales.
Guardan una historia muy emotiva que se remonta a cuando eran muy chiquitos. Ella era bebé y estaba internada, y las dos hermanas de Cristian también. Dos familias unidas en un mismo hospital. La mamá de Cristian y Nadia se hicieron amigas. Una relación que siguió, por supuesto, a distancia: de Mar del Plata a La Plata.
“La mamá de Cristian viajaba mucho para La Plata. Éramos como primos de corazón. Nos vimos de muy chicos, y después cada uno hizo su vida”, dice Nadia a LAPLATA1.com.
En el 2022, ella decidió viajar a Mar del Plata. Quería cambiar de aire. Tenía dificultades para conseguir trabajo en La Plata. Es enfermera. Jamás pensó que ese viaje le cambiaría completamente la vida: se reencontró con su “primo de corazón” pero empezó a mirarlo con otros ojos.
“Nunca pensamos que el amor estaba ahí, enfrente de nuestras narices. Nos conocimos un poco más allá de lo poco que nos conocíamos de chicos y fue ahí cuando nos dimos cuenta de que estábamos enamorados”, recuerda.
“Trabajé un par de meses en Mardel como enfermera domiciliaria. Había laburo pero pagaban muy poco, y Cris se dedicó varios años a trabajar en una empresa privada que trasladaba a pacientes infantiles y adultos mayores con discapacidades varias. No estaba mal remunerado, pero era agotador ya que no tenía vacaciones, y si se tomaba días se los descontaban”, señala Nadia.
Finalmente acordaron hacer las maletas y mudarse a La Plata. Llegaron a nuestra ciudad el 13 de abril de este año. Iban a “tantear” el panorama, regresar a Mar del Plata y después sí encarar la mudanza definitiva. Pero increíblemente perdieron el tren que habían reservado para volver a La Feliz y debieron acelerar el proceso: ya se quedarían en La Plata.
“En los siguientes días entregamos varios CV ambos, pero aún no salió nada”, comenta Nadia, pero su mamá les abrió los ojos: “Me dice ‘vos sabes amasar, sabes cocinar, algo vamos a hacer para ayudarlos’. Mi mamá se dedica a la repostería y pastelería. Me dice ‘tengo harina, levadura y sal. Comprá grasa, derretila y hacé chicharrón. Así que puse manos a la obra...”.
Ella viene de familia de panaderos y pasteleros. Empezaron con panes, bolas de fraile, rosquitas. Pero ahora apuestan a un negocio exclusivo de papas fritas. Toda la familia está metida. Cristian, por ejemplo, hace los repartos en bicicleta. Ya no los une el hospital como hace 29 años, sino la cocina.
