Sergio Massa enfrenta uno de los desafíos más importantes de su carrera política. El 13 de agosto, como él dijo, empieza el partido. Un partido que puede tener tres instancias: agosto, octubre y el balotaje de noviembre.
En los últimos días, Massa perfiló con nitidez su discurso económico: una suerte de neoperonismo. Toma del peronismo clásico la idea de proteger o impulsar la industria nacional, el mercado interno y el consumo, pero resalta que todo eso puede sostenerse si crecen las exportaciones y se engrosan las reservas del Banco Central.
Un poco más sigilosamente, Massa advierte que el orden fiscal y el orden monetario son importantes. Se mete en un terreno donde el peronismo ha tenido dificultades: sostener la armonía de las cuentas públicas o el famoso orden macroeconómico. Esta segunda faceta de Massa (más ortodoxa o moderada) es la que le permite ser un dirigente político no disruptivo con "el mercado".
El argumento de campaña de Massa podría resumirse, palabras más, palabras menos, de la siguiente manera: "Hicimos un gobierno con errores, hay que reconocerlo, pero tuvimos shocks negativos como la pandemia o la guerra que no pueden ser ignorados. Tomé el timón en un momento complicado (mediados del 2022), se logró estabilizar la parte financiera, la inflación y el déficit habían tomado un rumbo descendente a fines de eso año, y la sequía complicó todo: generó menos dólares, menos recaudación, menos actividad y más inflación. Pero en el 2024 la sequía no estará y tendremos que administrar un periodo de vacas gordas con más dólares del agro y Vaca Muerta".
Para ser justos, el primero que empezó a hablar de un pasaje de vacas flacas a un pasaje de vacas gordas fue Agustín Rossi cuando todavía sostenía su precandidatura a Presidente. Era una buena idea para contrastar con el discurso opositor: no hace falta ajustar porque a partir de 2024 habrá abundancia de dólares, y eso acomodará las cuentas públicas sin necesidad de un sacrificio que destruya empleo.
Mientras tanto, Massa sabe que hay dos elementos que pueden conspirar contra sus pretensiones de triunfo: la inflación y las clases medias urbanas de las grandes provincias, el talón de aquiles del kirchnerismo desde hace varios años. Hay que ver hasta qué punto el tigrense puede ofrecer una alternativa superadora a esos flojos guarismos.
Fue muy simbólico cómo felicitó y elogió a Martín Llaryora tras su triunfo en Córdoba. Evidentemente entiende que allí hay un terreno fértil para crecer, un techo de votos más flexible. Mendoza, Córdoba, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires son los lugares donde el histórico perfil económico y discursivo de Massa (y del Frente Renovador en general) debería ser superador de otras vertientes peronistas. Lo necesita sí o sí para no depender únicamente del Conurbano.
