Ya empezó la campaña para llegar al número mágico: 33%. El candidato que llegue a ese porcentaje automáticamente se meterá en el balotaje. Solo podría quedar afuera si otro postulante suma más de 43%, algo que luce muy poco probable.
Ni Milei, ni Bullrich ni Massa parecen estar muy lejos de ese número. Todo puede pasar. En Juntos por el Cambio ya cranean cómo recuperar los votos perdidos del 2021 e incluso del 2019 cuando Mauricio Macri sacó un magro 31% en las PASO contra Alberto Fernández.
Hay lugares emblemáticos donde Larreta y Bullrich hicieron agua. Mucha agua. Mendoza, Santa Fe y Córdoba son algunos de ellos. Allí Juntos por el Cambio suele sumar más del 40% y se hace fuerte. Esta vez no ocurrió.
En Mendoza, Bullrich y Larreta sumados alcanzaron el 28%, en Córdoba el 25% y en Santa Fe el 31%. En todos esos lugares arrasó Javier Milei. Hace solo semanas, en las elecciones provinciales desdobladas, Juntos por el Cambio sacaba 46% en Mendoza (PASO), 42% en Córdoba y 63% en Santa Fe (PASO).
Es decir, mucha gente votó a candidatos de Juntos por el Cambio en las provinciales, pero fugó fuertemente a Milei en las nacionales.
Este panorama no fue solo patrimonio de Juntos por el Cambio. Tucumán es un ejemplo emblemático de una situación similar pero para el peronismo. En las elecciones provinciales, Osvaldo Jaldo arrasó con el 56% dando continuidad a los sucesivos gobiernos del PJ. Pero el último domingo, Massa allí consiguió solo el 33% y cayó ante Milei. Otra vez: los ciudadanos votando masivamente a un partido en la elección desdoblada pero luego fugándose al libertario en la Presidencial.
Tanto Juntos por el Cambio como Unión por la Patria deberán trabajar para “recuperar” esos votos provinciales captados masivamente por Javier Milei. Aquel que votó hace semanas o meses a Juntos por el Cambio o al peronismo en las provincias puede ser un voto “débil” al libertario, un voto que puede “volver”.
También queda el interrogante de por qué la sociedad eligió en las elecciones desdobladas locales a candidatos de la política, de gestión, grises y moderados, mientras que a nivel presidencial optó exactamente por lo contrario. ¿Ese rotundo contraste se mantendrá en octubre o la gente se inclinará por dirigentes más experimentados?
