Sergio Massa, Javier Milei y Patricia Bullrich parecen jugar al mismo juego. Un juego que, por el momento, le sienta mejor a Massa y Milei.
El juego es simple: mostrar que en realidad no hay tres opciones, sino dos. La operación es la siguiente: yo soy una opción, y los otros dos rivales representan la otra opción.
Se trata de una estrategia matemáticamente correcta para llegar a un balotaje: yo represento un lado de la “grieta” y los dos otros dos rivales deben dividir sus votos del otro lado de la grieta que yo mismo construyo.
Massa dice que esa grieta es la mirada económica-productiva-ideológica. Su parteaguas es el siguiente: yo represento un modelo productivista, industrialista y de respeto por los derechos sociales y laborales, mientras que Bullrich y Milei comparten la mirada de un modelo primario, financiero y con recortes de derechos.
Milei usa otra grieta. La de la casta política. Argumenta: yo represento lo nuevo, lo diferente, lo no contaminado, mientras que Massa y Bullrich son la oligarquía política, lo viejo, lo que ya fracasó.
A Bullrich, en cambio, le resulta más difícil jugar este juego. ¿Bajo qué categoría puede asociar a Massa y Milei, y ella mostrarse en una vereda opuesta a eso?
Una alternativa que tímidamente esbozan desde el bullrichismo es la dicotomía entre racionalidad económica e irracionalidad económica. Según esta narrativa, el kirchnerismo y Milei compartirían pensamientos económicos “extremos” o “populistas” (uno por izquierda y otro por derecha), mientras que el equipo de Juntos por el Cambio representaría la “racionalidad” y “seriedad” económica.
Por supuesto esto tiene severas limitaciones. En primer lugar, la propia Bullrich no se ha mostrado muy perspicaz a la hora de hablar de economía. Y, en segundo lugar, la gestión económica de Cambiemos entre 2015 y 2019 tampoco evidenció grandes luces.
En las últimas horas, tal vez entendiendo que este juego del 2 contra 1 la perjudicaba, Bullrich salió a sugerir que había un acuerdo político entre Massa y Milei. Fue luego de que el libertario afirmara que Juntos por el Cambio buscaba el caos económico para ganar la elección.
Otro elemento interesante de este juego del 2 contra 1: tampoco conviene cargar demasiado contra el que, se supone, puede quedar tercero. Por ejemplo, si Massa cree que va a llegar al balotaje con Milei, no sería muy racional criticar duramente a Bullrich pues luego necesitará convencer a sus votantes de elegirlo en el balotaje.
Desde luego, este sutil esquema estratégico se repite para sus otros dos rivales. Un complejo y peligroso juego de seducción y alejamiento.
