Brenda es de Berisso y es mamá de dos mellizos, Lázaro y Stéfano, de 6 años de edad.
Lázaro padece parálisis cerebral y autismo, mientras que su hermano fue diagnosticado con parálisis cerebral y THDA (trastorno de hiperactividad y déficit de atención).
En diálogo con LAPLATA1.com, Brenda cuenta esta historia cargada de lucha y dolor.
“Al año y dos meses nos llegó el diagnostico. Si bien no me lo podían asegurar porque eran muy chicos, tenían todas las características. Por supuesto que mi mundo, siendo madre soltera, se cayó en pedazos. Todo lo que había soñado durante el embarazo en cuestión de segundos se disolvió”, recuerda.
“De por si no hay un manual para ser mama, imagínate serlo de dos niños con discapacidad. Me sentí muy sola, desorientada y perdida. Caí en depresión, pero aun así no tenés opción, te tenés que levantar y atenderlos, porque una madre en pedazos no le sirve a ningún hijo, y mucho menos con discapacidad”, señala.
El caso de Lázaro es más severo: “Después del año empecé a notar comportamientos extraños, por ejemplo, lo llamaba por su nombre y no respondía. Llegué a creer que era sordo. Evitaba el contacto visual, nunca jugó con su hermano mellizo. Tenía muchos problemas de motricidad fina. Comenzó a caminar después de los dos años, y aleteaba constantemente. Se autolesiona, y toma medicación psiquiátrica sino no logra conciliar el sueño”.
Allí Brenda hace un punto y recomienda: “Es importante no pasar por alto todas estas señales de alerta, ya que son claves para la detección temprana”.
Los problemas se agudizaron cuando intentó anotarlos al jardín: “Empezaron los primeros cachetazos cuando intenté anotarlos en jardín. Fue en el parroquial, donde llevé sus certificados de discapacidad, y me respondieron ‘no mamá, nenes que todavía usen pañal acá no pueden ingresar’”.
“Lázaro fue discriminado por la escuela número 7 de Berisso. Eran 29 compañeros en su clase. Un día su maestra faltó, a 28 los dejaron pasar sin problema, pero cuando nosotros llegamos a la puerta nos dijeron ‘no hay clases, la maestra faltó’. Pero más tarde me enteré que a pesar de la ausencia de su maestra las clases se llevaron a cabo de todas maneras”, recuerda luego Brenda. Hoy Lázaro concurre a una escuela especial de La Plata.
En la clínica Mosconi, por su parte, también sufrieron situaciones de discriminación: “El jefe de pediatría nos decía que tomar pacientes chicos con discapacidad les implicaba una pérdida de tiempo por la cantidad de papeles que debían hacer”.
“Tanto el personal de salud como el de educación no está apto para trabajar con chicos discapacitados. Les queda mucho por aprender, pero la gran mayoría no tiene ganas de hacerlo. Recibí comentarios de maestras que me han dicho ‘yo no estudie para enseñarle a nenes discapacitados’”, revela Brenda.
En ese marco, también señala los problemas que surgen con las obras sociales: “Se creen que uno pide de gusto pañales, medicación, acompañantes. Nunca en mi vida creí estar haciendo este tipo de cosas, pero todo termina con un recurso de amparo”.
“La sociedad nos hace todo cuesta arriba. Los padres estamos cansados, agotados, sufrimos porque esto no tiene cura. No es una enfermedad”, subraya.
Finalmente, advierte sobre la cobertura que hacen los medios de comunicación sobre el autismo: “Compran un autismo de alto funcionamiento, porque mi hijo no es ni influencer ni periodista y tampoco está en ninguna película. Lo único que lo logran es dejar invisible al gran grado de autismo severo que somos los que realmente la pasamos muy mal, lamentablemente el porcentaje mayor dentro del este trastorno”.
