Renunció a una papelera de La Plata por el estrés y se la jugó por lo suyo: “Ayudé a un hombre que hacía reggaetón cristiano"

Lucas cuenta su increíble historia con tan solo 26 años. De ver Pasión de Sábado con su familia a vivir ahora de la música. Hasta hace un año tenía miedo pero lo rompió: se fue de la empresa y se largó
Sociedad 16/01/2024 . Hora: 11:11
Renunció a una papelera de La Plata por el estrés y se la jugó por lo suyo: “Ayudé a un hombre que hacía reggaetón cristiano”
Francisco Angulo
Por Francisco Angulo
Periodista.

Lucas tiene 26 años, es de La Plata, viene de una familia muy humilde y hoy la rompe con la música.

“Es algo que combina emociones con matemáticas. Como estudioso de la teoría, la comprendo así y es lo que más me gusta. Mediante cuentas muy sencillas se pueden generar melodías, acordes, armonías, sensaciones”, dice a LAPLATA1.com.

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Es mitad magia y mitad ciencia”, resume el joven sobre su amor por la música. Y enseguida cuenta: “No vengo de una familia de músicos. Y a pesar de mi apellido, Solari, no tengo nada que ver con el Indio que yo sepa”, dice entre risas.

“Desde 4 o 5 años inventaba canciones, y me acuerdo que cantaba las de Dragon Ball. También mucha cumbia en los 2000. Vengo de una familia muy humilde. Veía siempre Pasión de Sábado. Yo quedaba alucinado con El Polaco o con Néstor en Bloque”, revela.

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De a poco se fue dando cuenta que tenía facilidad para escribir música. Un talento especial. Y eso que todavía no tenía estudios.

Cuando terminó la secundaria, Lucas estudió en la Facultad de Artes de la UNLP y ya desde ese momento comenzó a dar clases de guitarra a sus compañeros de la escuela.

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“En ese momento trabajaba en un supermercado y estudiaba así que no tenía mucho tiempo libre. En una ocasión, a los 20, cuando hacia 1 año y pico que iba a la facultad, una ex profesora de música de la Escuela 3 de 208 y 52 me invitó para que dé clases con ella en el colegio donde ella misma me había enseñado”, recuerda Lucas.

“Fue una experiencia muy linda porque les enseñamos a cantar una chacarera que yo había compuesto para un trabajo de la facultad y ella la había escuchado porque habíamos subido el video en Facebook”, explica el joven.

Lucas siempre supo que lo suyo era la música pero la guita también pesa y no quería abandonar los “trabajos tradicionales” que le otorgaban un respaldo económico. Todavía veía en la música algo riesgoso. En realidad, también ahora reconoce que no está exento de los riesgos o “volatilidades”, como él lo describe.

Seguí trabajando en laburos tradicionales hasta los 25 años. Me daba miedo dedicarme a algo tan volátil y perder la seguridad económica de esos empleos con horario de entrada y salida. Hasta que finalmente me decidí a renunciar y probé con dar clases a tiempo completo. Empecé pegando carteles en la facultad y alrededores. Por ese entonces yo vivía en 11 y 62, una zona bastante oportuna. También con publicaciones en redes sociales. En ese entonces solo daba de guitarra y teoría musical”, sostiene.

Lamentablemente no todo marchó como esperaba y decidió volver a los “trabajos tradicionales”. Una papelera. 

Estuve 6 meses y el estrés que me daba trabajar de algo tan lejano a la música era tan grande que tuve que renunciar para volver a lo mío. Esta vez me sentía más seguro para dar clases de canto y teclado, porque había estado perfeccionando técnicas con profesoras particulares y coros. Prontamente pude lograr un número de alumnos mayor al que tenía antes. Llegué a tener 17 alumnos por mes. Entre los que había niños de 10 años o menos y personas de más de 60 años”, señala.

Un ambiente muy variado también por los objetivos de cada persona: por ejemplo, un venezolano de 40 años fue para aprender teoría musical con el objetivo de componer mejor reggaetón cristiano. Por otro lado, un adolescente de 17 años acudió a sus clases para interpretar temas de Rodrigo. “Hay de todo”, sintetiza Lucas.

“Siempre es difícil mantener al alumno porque muchos tienen a la música como un hobbie y otros por las dificultades económicas o la falta de tiempo para practicar. Hay alumnos que vienen una clase, otros que vienen hace 6 meses, otros que vienen un mes y así. Siempre hay que estar en la búsqueda de alumnos porque es algo muy volátil. Trato de mantener los precios lo más accesibles posibles. Prefiero tener 20 alumnos cobrando barato y que sigan viniendo, a tener 10 y que dejen de venir”, completa Lucas.

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