Melisa Harris tiene 30 años, es de La Plata y gracias a su perro Thiago dio un vuelco inesperado en su futuro educativo y laboral. Es una verdadera polifuncional: se recibió de ingeniera química y hoy salva a los chicos que quieren ingresar al mundo universitario.
“Terminé el colegio a mis 18 años como abanderada. Mi sueño siempre fue ser veterinaria pero debido a un accidente que tuvo mi perro cambié de rumbo”, recuerda en diálogo con LAPLATA1.com.
“Desistí porque soy una persona sensible. Me puse a pensar cómo me sentiría si estando en una sala de operación algo saliera mal”, explica.
Y agrega: “Por momentos llegué a pensar que luego de terminar Ingeniería me iba a inscribir a la carrera de Veterinaria, pero luego me di cuenta que podía ayudar de otra manera. Hace unos años atrás empecé a ir todos los sábados de mañana a un refugio y también con mi emprendimiento empecé a donarle a una rescatista que conozco un porcentaje de las ventas de mis productos. Sentí que eso también era involucrarme”.
Lo concreto es que Melisa se inclinó al difícil mundo de las ingenierías. Y reconoce que fue una etapa compleja: “Me gustaba la idea de crear cosas nuevas como hasta el día de hoy, pero la carrera no me resulto fácil”.
“Empecé un emprendimiento de indumentaria femenina a los 22 años que fue creciendo y más aún en el periodo de la pandemia. Así que en ese momento estaba enfocada en mi trabajo y en el estudio, a partir de ello me independice a los 24 años. Mi emprendimiento lo mantuve hasta el ante año pasado que me recibí y conseguí al mes y medio trabajo en el Ministerio de Ambiente y este año empecé a dar clases en la Facultad de Medicina”, señala la joven.
Fue en ese camino de estudiante que le picó el bichito de la enseñanza para chicos de la secundaria, algo que todavía realiza con mucho entusiasmo: “Me enfoqué bastante en eso porque enseñar me gusta y a veces veo como los docentes pueden llegar a enfocar distinto el aprendizaje. Me gusta poder hablar con mis alumnos no sólo desde lo académico sino también generarles confianza para que sientan que pueden lograrlo”.
“Creo que las cosas que más destaco de mi vida es que muchos de los que me rodean que me conocen me consideran una luchadora. Cuido a mi mamá desde que tengo 15 años y soy un gran apoyo para ella. La parte más difícil fue intentar continuar con mis estudios y el trabajo a pesar de las adversidades”, reconoce.
También habla sobre el mito de que las ingenierías están dominadas por el mundo varonil: “Hace una década atrás realmente el porcentaje de mujeres era muy bajo. De hecho recuerdo llegar al curso de ingreso y sentirme bastante observada porque era una novedad que nos gustaran ciertas carreras”.
“En estos tiempos que corren y debido a que la sociedad ha cambiado el rol que ocupa la mujer a nivel profesional es equivalente al de cualquier hombre. De hecho he conocido profesoras que admiro como Noemí Zaritzky, que es una inminencia y me siento afortunada de haberla tenido como docente”, apunta Melisa.
Hoy, por lo pronto, disfrutar estar cerca de los chicos y chicas que quieren empezar carreras vinculadas a la Ingeniería: “Hay una brecha bastante notoria entre la secundaria y el comienzo de la universidad. La mayoría de los alumnos de secundario que he tenido no saben las tablas, restar o dividir. No vienen del colegio con conceptos básicos y esa es la razón por la que se dificulta avanzar con otros temas”.
Y completa: “Por suerte siempre hay excepciones, chicos con muchas ganas de aprender. La mayoría me dan buenas noticias contándome que aprobaron. Imaginate, como profe es el mejor mensaje que puedo recibir. Sus triunfos también son los míos”.
