Cada mediodía salía del colegio y recorría en el auto de su papá los 25 kilómetros que separan La Matanza de los estudios que Telefe tiene en Martínez. Corría el año 2006 y Milton De la Canal era tan solo un niño de 10 años, pero el objetivo era claro: ser actor. Y por aquel entonces, tenía frente a sí una oportunidad enorme, participar de una superproducción en horario central junto a un elenco que era un dream team de figuras consagradas. El trajín diario, las tareas escolares en los camarines, las siestas en lugares recónditos y el esfuerzo familiar entonces valían la pena.
El nene de la casa se ponía en la piel de Matías, el hijo de Paola Krum y Pablo Echarri en Montecristo, la telenovela que entró en la historia como una de las más vistas de la televisión argentina y cuyo episodio final tocó picos de 39,5 puntos de rating y se proyectó en pantallas gigantes de un Luna Park colmado, con un sold out de 7000 personas.
La ficción, que hace algunos días Netflix agregó a su catálogo acercándola a nuevas generaciones y pronto repitió éxito y se ubicó entre lo más visto en series, fue una vidriera ideal para que este niño pueda mostrar su encanto y simpatía. El dulce Matías le abriría a Milton un universo lúdico y pronto llegarían nuevas oportunidades, aunque este no era su debut. La joven promesa ya había hecho participaciones en Son Amores y Criminal y en la película Kamchatka, en la que tuvo un rol central y compartió set nada menos que con Ricardo Darín, Cecilia Roth y Héctor Alterio.
“La pasé muy bien y me divertí mucho durante esos años. Conocí mucha gente muy grosa y de la que aprendí muchísimo. Fueron mis bases, eran como mis maestros, absorbía todo lo que veía de ellos siempre. Desde muy chico me gustaba laburar con adultos. De lo que me arrepiento, por ahí, es de no haber hecho contactos de esa época”, se sincera 18 años después, ya convertido en un hombre de 28 años y con una vida completamente diferente.
Milton cuenta cómo son sus días alejado de la ciudad, los brillos y las celebridades, distintos pero tan felices como los de su niñez. “Después de Montecristo hice otra película más y alguna cosita suelta, pero aunque tenía ofertas ya me retiré un tiempo de la actuación, estaba un poco cansado y también estaba entrando en la secundaria, en la etapa adolescente y todo se complicaba. Para colmo me había salido mucho acné y eso me tiraba para abajo, no quería ir a los casting por cómo tenía la cara”, recuerda sobre su alejamiento progresivo del mundo artístico.
De aquel niño famoso quedaron rasgos muy marcados (físicamente es muy parecido a cuando era pequeño y fácil de reconocer) y un recuerdo invaluable, sin embargo sus días son muy distintos. Hace nueve meses, junto a su compañera Belén Asensio se mudaron a Córdoba, más precisamente a San Marcos Sierras, para “probar la vida en el monte”.
"Estoy felizmente en pareja, nos conocimos haciendo un terciario en Andamio 90, la escuela de Alejandra Boero. Ella hacía el profesorado de teatro y yo la carrera de actor. Nos recibimos y al tiempo nos vinimos a vivir a una casa acá, para alejarnos un poquito de la ciudad. Actualmente estoy con un emprendimiento de impresión en 3D que lo había comenzado con mi mejor amigo y mi suegro en Buenos Aires y lo tenía en pausa porque tenía otros laburos. Lo retomé y hago juguetes, souvenirs, llaveros y los vendo en la feria comunitaria del pueblo. Los chicos chochos, les encantan, vienen a jugar todos los fines de semana a mi puesto, se re divierten, y eso a mí me fascina y me llena el alma", agregó