Una mujer vivió grandes momentos con una línea de micro icónica de la ciudad de La Plata, pero un episodio en particular la marcó y lo recuerda hasta el día de hoy.
La usuaria Babus Quinteros Pinasco lleva, al igual que otros, al “18” en la sangre. “Fuiste testigo de mi infancia, adolescencia y vida universitaria”, contó en Facebook.
“Aprendí a sentirme chiquita al subir sola e inmensa en poder llegar al centro sin acompañante. De casa al mundo sin límite y enterarme que llegabas a la República de los Niños fue la gloria”, relató.
Aún así, no todo fue de color rosa. “Si te habré puteado cuando seguías de largo y nos dejabas colgados”. Pero el afecto hacia la línea 18 prevaleció sobre todas las cosas y resistió el paso de los años.
También recordó que cuando salió el “frontal” tomarlo se convirtió en una especie de buen presagio: las unidades eran nuevas, pero los pasajeros acababan por extrañar a las de siempre, su traqueteo y volar contra el techo en un bache.
Un suceso particular marcó a la mujer en su relación con el micro. “Todos se acuerdan cuando un día leí que me habían dejado una dedicatoria en un asiento, con nombre y apellido”, dijo sobre el mensaje romántico.
Lejos de apreciarlo, la reacción de ella fue otra: “¡Me indigné porque el 18 no se mancha! Todavía me gastan recordando mi enojo y fundamentación”.
No se quedó con esa amarga anécdota, sino que la línea 18 siguió formando parte de su vida, casi como un familiar. Incluso para Navidad y Año Nuevo, esperaba al chofer de la medianoche para llevarle una sidra y que no la pasara solo.
Aunque también le pedía “que nos chusmeara los horarios para planificar cuánto se extendía la joda en el barrio y a qué hora ir al centro”. Y unas cuantas madrugadas el micro nunca pasó y tuvo que gastar la plata del taxi.
“El día que me recibí la 518 completa se puso feliz: tenían pasajera Abogada y la conocían desde el Jardín”.