Vino desde Tucumán con su viejo, lo mandaron directo a la reserva del Pincha y se metió de lleno en la historia

"Era casi un indio", dijeron sobre su llegada. Se convirtió en el terror de los defensores. Lo definieron como "el duro entre los duros". El partido donde brilló y terminó encerrado en un momento particular
Sociedad 15/05/2024 . Hora: 19:51
Vino desde Tucumán con su viejo, lo mandaron directo a la reserva del Pincha y se metió de lleno en la historia

Cuando era joven, su papá lo trajo desde Tucumán a La Plata y lo mandó directo a la reserva del Pincha. Esa pequeña anécdota alcanzó para que los viejos conocedores recordaran con una sonrisa al hombre que se metió de lleno en la historia del fútbol argentino.

Se trata de Ramón Aguirre Suárez, quien se convirtió en el terror de los delanteros pero que antes era "casi un indio, con el cabello que le brotaba desde la mitad de la frente".

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Es que apenas el tucumano llegó a City Bell, sorprendió a sus compañeros de equipo y más a los rivales. Presentaba un estilo aguerrido y terminó siendo un ícono.

Tal era su nivel que a los 18 años ya debutaba con la camiseta albirroja, allá por 1966. Le bastó con un año para ganar el Torneo Metropolitano.

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Algunos lo llegaron a llamar "el duro entre los duros". Otros fueron más allá y lo definieron como "el argentino más duro de la historia".

Es recordadísimo por la final de la Intercontinental ante Milan en la Bombonera. Esa vez Aguirre Suárez le dio un codazo en la cara al francoargentino Néstor Combín. Después los detuvieron junto a otros dos del Pincha: el dictador Juan Carlos Onganía consideró que los jugadores habían avergonzado la nación.

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Aún así, tuvo un paso glorioso por el pincha. Ganó las tres Libertadores (1968, 1969 y 1970) y la histórica Intercontinental (1968) con el equipo de Zubeldía.

Después, cuando se fue al Granada, se afianzó en el conjunto español y formó una dupla defensiva temeraria con el paraguayo Pedro Fernández y después con el uruguayo Julio Montero Castillo.

Según los rivales, el tucumano usaba alfileres para pincharlos, les metía los dedos en los ojos, les tiraba el pelo y hasta les tiraba tierra a los arqueros en los tiros de esquina. "Era como ir a la guerra", contó Asensi, del Barcelona.

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