

La vida de Viviana cambió rotundamente en el 2002, en medio de la crisis que sacudió al país. Descubrió algo que tenía oculto.
Ella es de La Plata y para el cumpleaños de su sobrino se disfrazó de Winnie Pooh y Tiger. Fue el principio de algo hermoso.
“Surgió de casualidad, fue una ocurrencia. Pero resultó un éxito. Fue muy gracioso. Mi esposo siempre se dedicó a confeccionar cosas manuales y en ese momento vendía disfraces para una clienta de Quilmes. Entonces me puse un par de trajes en preparación y fue un increíble”, recuerda en diálogo con LAPLATA1.com.
Al poquito tiempo, una compañera de trabajo la llamó para que hiciera de Barney. Era el momento de auge del dinosaurio violeta.
“Fuimos y a partir de ahí no paramos de trabajar. No había internet ni celulares. Íbamos en una moto con el traje de Barney, y con un casette pasábamos tres o cuatro canciones en los cumpleaños. Era una sorpresa al momento de la torta. Trabajamos muchísimos años con eso”, señala.
“Yo soy bastante alta, entonces el traje de Barney me quedaba muy bien. Un monumento tengo que hacerle a Barney”, dice entre risas.
Vivi es Licenciada en Administración. Fue el tercer mejor promedio de su año. En el 2009 tomó una decisión radical: renunció a Siderar, la planta ubicada en Ensenada. Todo para dedicarse a divertir a los pequeños.
“Dejate de hinchar, seguí trabajando en la empresa”, le decían sus familiares. “No sabés bailar ni cantar. Lo tuyo son los números, la ciencia económica”, insistía otro amigo.
Pero ella desoyó esas voces. “Voy por lo que me hace feliz”, señala Vivi. “Tuvimos mucho en stand by y ahora de a poco empezamos de vuelta a arrancar con los disfraces, que es nuestra herramienta de trabajo”, señala sobre el parate de la pandemia.
“Logramos llevar un momento de alegría. Tocamos realmente en los corazones. Fue mágico lo que nos dieron los trajes. Afloró lo mejor de nosotros. Era un círculo virtuoso: más me gustaba hacerlo, más me llamaban, más ganaba. Era todo positivo”, cuenta.
“Un fin de semana hicimos 23 cumpleaños entre el viernes y el domingo. La gente nos daba comida, nos esperaba, se divertía. El vuelto fue siempre de más y nosotros cobrábamos accesible”, subraya.
Y apunta: “Nunca pedimos seña en 20 años, nunca nos falló nadie. Un día íbamos a Chascomús con los muñecos y mi esposo me dice ‘¿vos estas segura que esta fiesta se hace?’”.
“Me la habían reservado hace dos meses. Nosotros ni chequeábamos. Era tal la confianza y tan grande la clientela que no rechequeábamos el día anterior. Hoy sí se chequea. Pero en ese momento no lo hacíamos. Teníamos confianza. Hay que seguir lo que el corazón te diga. El límite es el cielo”, cuenta Vivi, que junto a Gustavo forman una pareja emblemática en La Plata.
Y completa: “Fue el triunfo del anonimato. Yo era Barney, no Vivi. Yo no hablaba, era todo gestual. Tenía que entrarle al corazón de la gente sin cantar, solo moviéndome. La verdad me soltaba mucho. Era un trabajo intensivo de 20 minutos. A veces me dolía la cintura, actuaba ese tiempo y salía del traje sin dolor. Era increíble. Sanador”.