La inflación de septiembre fue 3.5% y dejó mucha tela para cortar. ¿Es una buena noticia o el sacrificio para poder bajarla es demasiado alto?
Hubo una reflexión de la legisladora porteña Graciela Ocaña que se volvió viral y no precisamente por comentarios favorables: “Ellos se palmean las espaldas viendo cómo baja un número, pero ¿de qué sirve ese número en la vida de las personas si no les alcanza para comprar nada y ven cómo, día a día, su poder de compra disminuye?”.
El tuit de Ocaña cae en la Falacia del Nirvana, que básicamente consiste en contrastar una situación actual (real) con un escenario alternativo (contrafactual) idealizado. Es cierto que los planes de estabilización suelen tener un elemento recesivo en el corto plazo, cuya profundidad depende de la pericia del equipo económico, pero también una inflación creciente como la que arrastraba Argentina (en agosto, septiembre, noviembre y diciembre del 2023 fue de dos dígitos) se estaba convirtiendo en una bomba de tiempo contra la actividad económica.
Según el razonamiento de Ocaña, la inflación baja (“un número”) pero eso no sirve porque “a la gente no le alcanza”. Si la inflación subiera, ¿entonces sí le alcanzaría? Parece un argumento flojo de papeles.
Alguno podría decir: “Prefiero, en todo caso, un país inflacionario pero sin recesión”. Buen punto. En el corto plazo, existe cierto consenso de que hay una tensión entre crecimiento económico e inflación. En otras palabras: si quiero bajar la inflación, cae la actividad; si estimulo la actividad, sube la inflación.
El problema es que, a largo plazo, un camino inflacionario se vuelve recesivo. Me quedo sin el pan y sin la torta. Es la famosa curva de Phillips a largo plazo donde se rompe la relación entre actividad económica e inflación. Por algo los países hacen lo imposible por evitar la inflación.
La historia reciente argentina tampoco apoya la idea de que la inflación sea buena para el crecimiento económico. Tuvimos una inflación creciente en la última década y la actividad económica estuvo totalmente estancada en ese periodo. Eso no significa que la única variable que importe sea la inflación, pero casi siempre es más sano un país con menos inflación que con más inflación.
El gran interrogante es si conviviremos varios meses con una inflación mensual estancada entre el 3.5 y el 4.5%, o si el envión descendente nos llevará a una inflación más cercana al 2%. Por ahora es una moneda al aire.