Claudio López nació en un pueblo de Santa Fe, llegó a La Plata cuando terminaba el secundario y vivió una historia repleta de momentos de ascenso y altibajos. A sus 46 años, atravesado por un accidente que le cambió la vida, dice a LAPLATA1.com que todavía puede.
El hombre es oriundo en Coronda, la Capital Nacional de la Frutilla. Cuando tenía apenas 17 años acompañó a su mamá a probar suerte en la ciudad de las diagonales. "Conseguimos un terreno en 138 y 511, un descampado. Clavamos cuatro chapas e hicimos nuestra casita", dijo a este medio.
De a poco Claudio y su mamá, Margarita Reyna, hicieron pie. Ella consiguió trabajo y él hacía changas. No pasó mucho tiempo para que el joven empezara a ser barrendero en la República de Los Niños. La vida transcurría con algunos cambios pero la rutina se mantenía, hasta que "pasó algo particular".
Mientras no paraba de juntar basura en uno de esos fin de semanas donde "la Repu" explotaba de turistas, escuchó la voz de un nene desde la comisaría del centro de la ciudad a escala. "Help", gritaba sin parar el chico. Nadie lo escuchaba. Estaba encerrado. Claudio había estudiado en una escuela pupilo en Gessler y aprendió inglés, alemán, francés, latín e italiano.
La llave de la comisaría estaba en un depósito que el santafesino conocía mejor que nadie. Apenas la encontró, liberó al chico y habló en inglés por el altoparlante. Los padres del nene no tardaron en llegar: "Eran importantes". El director supo lo que había ocurrido y le preguntó cómo sabía otro idioma. Cuando Claudio le contó, escuchó la respuesta que le valió un ascenso: "Te quiero acá conmigo".
De modo que fue subdirector de la República de Los Niños hasta el 2007, cuando fue llamado desde la dirección de espacios verdes. Se encargó de la instalación de una serie de nuevas luminarias y también formó parte de la gestión de residuos. En ese sentido, recordó lo que sucedería entonces: "Mi vieja se murió de cáncer y nunca se llevó un peso de la política".
En 2017 tuvo un accidente en moto que le cambió la vida. Su rodilla derecha quedó hecha trizas y los médicos le pusieron una prótesis, catorce clavos y una barra de titanio. También había sufrido una fractura de cráneo. "Me desperté un mes y medio después y al poco tiempo me despidieron", dijo.
Claudio no podía caminar y se dedicó a las manualidades. Figuras con porcelana fría, reparación de celulares y venta de pan casero. Todo ello junto a su pareja, con quien tuvo dos hijos. La conoció hace diez años a través de una aplicación de citas y es incondicional: "Cuando no tenemos gas ella cocina a leña".
En su momento más difícil y motivado por su prima, Claudio se fue a Italia a probar suerte. No duró mucho. "Me separé de mi familia, entre llamadas y mensajes terminé volviendo. Me volví porque extrañaba. Mi corazón está acá".
"No creerías las habilidades que tengo", dijo mientras contaba que disfruta de coser más que nadie. Le falta la máquina, y eso es un anhelo: "Tendría mi propio emprendimiento". Lo mismo ocurre con el pan casero. Desde que volvió a caminar, sale a vender. Su pareja es una verdadera maestra, pero necesita un "buen horno". Incluso es peluquero en su casa de Romero, y se lo puede encontrar vendiendo peluches bajo los semáforos de calle 155 y 520.
"No tengo ni arbolito de navidad, si lo compraba no tenía para los crocs de los chicos", contó. "Mi orgullo me dice que todavía puedo", dijo Claudio. En ese sentido, quienes deseen contactarlo pueden hacerlo a través del siguiente número: +54 9 3424 39-6770.