Una madre platense contó en una carta abierta la situación de discriminación que vivió su hijo con autismo que asiste a sexto grado en el Colegio Lincoln de la Plata.
Según su relato, la discriminación no fue por parte el colegio sino que comenzó a partir del accionar de una de las madres del curso. Después de una situación que vivieron el niño y un compañero, la mamá de ese chico realizó distintos comentarios hirientes y discriminadores.
Luego de esto, la autora de la carta decidió hacer público lo que viven con su hijo hace tiempo. El relato fue compartido por Débora Barani, la mamá del niño que también es militante por los derechos de las personas con discapacidad.

LA CARTA COMPLETA DE LA MADRE
Carta abierta: Basta de discriminación hacia los niños con autismo en nuestras escuelas
Soy mamá de un niño con autismo y me veo en la necesidad de escribir estas palabras con el corazón en la mano, pero con la convicción de que el silencio ya no es una opción cuando se trata de defender los derechos y la dignidad de nuestros hijos.
Mi hijo asiste al Colegio Lincoln de La Plata, en 6º grado B. Desde hace tres años, como familia hemos sido acompañados por esta institución con compromiso, respeto y una mirada inclusiva que siempre valoramos. El equipo docente y directivo ha estado presente en cada instancia, trabajando con herramientas y sensibilidad, entendiendo que la inclusión real no se construye desde los discursos, sino desde las acciones cotidianas.
Lamentablemente, esta semana vivimos una situación dolorosa que no provino de la escuela, sino de un grupo de madres del curso, encabezado por Raquel y otras integrantes del grupo de WhatsApp de padres, quienes han demostrado actitudes profundamente discriminatorias y violentas hacia mi hijo.
Durante una clase, mi hijo se encontraba dibujando —una actividad que lo calma, lo conecta y le da seguridad emocional— cuando un compañero insistió en pedirle ese dibujo. Luego de negarse varias veces, este niño le arrancó de las manos su cuaderno más preciado. En respuesta, y como puede suceder en niños dentro del espectro autista ante situaciones que los sobrepasan emocionalmente, mi hijo reaccionó con una mordida.
La escuela abordó la situación de manera adecuada, con respeto y contención. Pero lo que ocurrió después, fuera del aula, fue aún más grave: en el grupo de WhatsApp de madres y padres, Raquel —madre del niño que arrancó el cuaderno— expuso públicamente a mi hijo con palabras despectivas e hirientes. Lo llamó “violento”, “raro”, dijo que tenía “problemitas”, que no sabía si estaba medicado, y que no era seguro que compartiera actividades con sus compañeros, incluyendo el viaje de egresados. Involucró a otros padres en este discurso de odio, instalando miedo, estigmatización y rechazo hacia mi hijo.
Desde el año pasado, 2024, venimos padeciendo este tipo de actitudes por parte de este grupo de madres, con comentarios y actitudes constantes que discriminan, aíslan y hieren a nuestro hijo. Esta vez decidimos hacerlo público porque estamos cansados de que se maneje con tanta tibieza, como si fuera algo menor. No lo es.
Hoy, debido a esta situación, mi hijo no quiere concurrir al colegio. Algunos compañeros lo han tildado de violento, incluso de que podría llegar a “asesinarlos”. Como madre, no puedo guardar más silencio. Más allá de las herramientas institucionales que se puedan tomar, siento una profunda necesidad de que esto no siga sucediendo. No puede ser que un grupo de padres o madres, que no tienen ni la más mínima idea de lo que implica un diagnóstico de TEA, actúe con semejante impunidad, sembrando discriminación hacia un menor.
Estas actitudes no sólo son profundamente dolorosas, sino que también constituyen una forma clara de violencia simbólica. Y no pueden ser pasadas por alto.
Nuestros hijos no son un peligro. No son “problemas”. Son niños que, como todos, necesitan ser comprendidos, acompañados y respetados en su singularidad. Y las familias de niños con autismo estamos cansadas de tener que justificar su existencia, de tener que explicar una y otra vez que el autismo no es una amenaza, que lo que verdaderamente amenaza la convivencia es la ignorancia y la falta de empatía.
Agradezco al Colegio Lincoln por su postura clara y su acompañamiento sostenido. Pero hago un llamado urgente a toda la comunidad educativa: no miremos para otro lado. La inclusión se defiende todos los días, en las aulas, en los pasillos y también en los grupos de WhatsApp.
No se puede permitir que madres como Raquel y su grupo continúen sembrando miedo y discriminación hacia un niño. No lo vamos a permitir.
Porque lo diferente no es peligroso. Lo peligroso es educar sin empatía.
Y porque la inclusión no se negocia. Es un derecho.





