La Iglesia Católica se prepara para uno de los cónclaves más trascendentales de las últimas décadas, tras el fallecimiento del papa Francisco el 21 de abril de 2025. El próximo 7 de mayo, 133 cardenales menores de 80 años se reunirán en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo pontífice, en un proceso que pone en juego el futuro de las reformas iniciadas por el primer papa latinoamericano.
Francisco, durante sus doce años de pontificado, promovió una Iglesia más inclusiva y comprometida con las periferias, nombrando al 80% de los actuales cardenales electores, muchos de ellos provenientes del sur global.
Sin embargo, las divisiones internas se han acentuado. Un sector mayoritario busca un candidato conciliador que mantenga el espíritu reformista sin avanzar en cambios más audaces, como la bendición a parejas del mismo sexo o el sacerdocio para hombres casados. Este grupo respalda al cardenal italiano Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano.
Otro grupo, más reducido, aboga por profundizar las reformas de Francisco y ve en el cardenal Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, al sucesor ideal. Zuppi es reconocido por su cercanía a los sectores populares y su experiencia en mediación de conflictos.
En contraposición, un bloque conservador, minoritario pero influyente, promueve una vuelta a posturas más tradicionales. Este sector respalda al cardenal húngaro Peter Erd?, crítico de las reformas de Francisco.
La elección requerirá una mayoría de dos tercios, es decir, 89 votos. Aunque Parolin es considerado el favorito, su falta de experiencia pastoral y carisma podrían ser obstáculos. Además, su visibilidad mediática reciente podría jugar en su contra, dado que los cardenales suelen preferir candidatos menos expuestos.
El cónclave de 2025 no solo definirá al nuevo líder espiritual de más de mil millones de católicos, sino que también marcará el rumbo de la Iglesia en un mundo en constante cambio, donde las tensiones entre tradición y modernidad están más presentes que nunca.