Los bancos vuelven a mirar con preocupación un fenómeno que recuerda a los años 90: la creciente morosidad en los pagos con tarjeta de crédito y en los préstamos personales. Tal como lo informó La Política Online, los datos del Banco Central muestran que los pagos mínimos de tarjetas de crédito están en su punto mas bajo de los últimos tres años, mientras que el incumplimiento en créditos personales, muchas veces utilizados para cubrir la tarjeta, alcanzó su máximo en veinte años.
"El aumento de la morosidad en otros tipos de préstamos comenzó a convertirse en un tema relevante", reconoció Miguel White, director del Banco Nación, en un encuentro del Instituto Internacional de Finanzas. A su vez, el CEO del Banco Supervielle, Gustavo Manríquez, advirtió: "Después de años, pasó a ser un tema. Lo sorprendente es que no fue un tema durante la pandemia y ahora empieza a serlo. Aparecen cheques rechazados que hace mucho no veía".
La contradicción se evidencia en el relato oficial, que celebra la expansión del crédito como motor de reactivación económica. El crédito creció más de un 90% en el último año, según el IAERAL, pero con tasas cada vez más impagables. La Fundación Mediterránea alertó que la tasa efectiva mensual para préstamos personales saltó del 1,9% en febrero al 4,1% en junio. Hoy, la tasa nominal anual se ubica cerca del 75%, frente a una inflación proyectada del 20% para los próximos doce meses, según el REM. Esto representa un costo financiero real extremadamente alto.
Desde Invecq advierten que, con este escenario, “los agentes enfrentan un costo real de financiamiento muy elevado”, mientras que en el mercado ya se descuenta que las tasas podrían seguir subiendo. Prueba de ello fue la reciente licitación del Tesoro, que debió convalidar un aumento de tasas y aun así quedó un 40% desierta.
La situación repercute directamente en los balances de los bancos. Las acciones de las principales entidades financieras argentinas cayeron un 30% en lo que va del año. El propio sector financiero explica que el combo antinflacionario del Gobierno, tasas altas, peso sobrevaluado y escasez de dinero en circulación, está impactando fuertemente sobre la rentabilidad.
"Un modelo financiado, si no mejora el ingreso real, se convierte en una trampa. El problema es que no hay modelo. Si no hay modelo, no hay mejora del ingreso, y cualquier deuda se vuelve impagable, ya sea de personas, empresas o del propio Estado", sintetizó un directivo de un fondo de inversión.
La preocupación crece en el sistema financiero, mientras la presión sobre los deudores se agudiza y el modelo económico aún no ofrece señales claras de alivio.