El artista platense Alberto Luis Bassi falleció el pasado 7 de septiembre, a los 66 años. Figura disruptiva y entrañable de la contracultura local, Bassi construyó un camino singular atravesado por la provocación, el humor y la poesía, lejos de etiquetas o moldes.
Nacido en 1958, comenzó a fines de los setenta interpretando canciones en francés en la Alianza Francesa de Buenos Aires. Hacia mediados de los ochenta editó su primer disco, Amor y barcos, cuya lírica explícita generó polémica.
Es preciso mencionar que, luego se dedicó a la publicación de poemarios, microrrelatos y monólogos, además de espectáculos que combinaban lectura, música y performance en un caos deliberado y vital.
Su figura se volvió una presencia ineludible en la escena under de La Plata, especialmente en los años en que Pura Vida Bar fue epicentro cultural. Allí, rodeado de músicos, poetas y performers, Bassi se convirtió en un referente disruptivo y provocador, pero también profundamente integrado a una comunidad que lo reconocía como parte de su identidad.
En una entrevista con Diario Contexto, rechazaba las definiciones tradicionales: “no me considero ni actor, ni nada por el estilo. Soy un intérprete de mi obra, de mis monólogos”. Sobre sus espectáculos explicaba: “Son muy desordenados, porque concibo la belleza a partir de lo desprolijo y de un cierto estado de caos”.
Su estética de leopardo, lentejuelas, cadenas, brillos fue parte inseparable de su identidad artística: "si un día no me ves así es porque entré en depresión. Es totalmente auténtico”, afirmaba.
Al ser consultado sobre cómo quería ser recordado, Bassi dejó una frase que hoy resuena como despedida: “me gustaría ser recordado como alguien que en algún momento transmitió una sensación de felicidad a través de un texto interpretado en vivo”.