El exilio de nazis con el final de la Segunda Guerra Mundial hacia nuestro país no es una novedad: varios jerarcas del régimen alemán migraron a la Argentina para evitar ser juzgados por los crímenes que impulsó esta ideología; incluso, hay teorías de que el propio Adolf Hitler estuvo en el territorio argentino.
Sin embargo, no todas estas historias fueron reveladas y se cree que aún quedan casos por develar. Así es como la presencia de figuras vinculadas a esta masacre social y política sigue generando intriga y motivando estudios en todos los rincones de Sudamérica, incluida la ciudad de La Plata.
Y es que, hace mucho tiempo, se descubrió que uno de los diez criminales nazis más buscados del mundo se había instalado en el barrio San Carlos. Josef Schwammberger, un miembro destacado de las SS, radicó clandestinamente durante 40 años en la Argentina, hasta que un vecino lo descubrió.
A diferencia de otros en su misma situación, el jerarca llegó y se instaló en la capital bonaerense con su nombre real en lugar de optar por uno falso. Él y su esposa iniciaron su nueva vida en La Cumbre, en la zona que hoy se denomina San Carlos. Schwammberger consiguió trabajo en una empresa petroquímica de Lisandro Olmos, en Avenida 44 y 184, según consta por el historiador Jorge Camarasa en su libro Odessa al Sur.
Su historia pudo haber pasado desapercibida si no hubiese sido por una persona que lo vio y lo identificó en 1971. Con el valor para enfrentar la helada sensación de estar en cercanía del criminal, lo siguió para averiguar donde estaba su casa.
Fue entonces que dio con su paradero en la calle 141 entre 33 y 34 y lo informó a la Asociación de Sobrevivientes de Campos de Concentración y al famoso cazador de nazis Simón Wiesenthal. Durante varios meses lo vigilaron para confirmar la situación y, finalmente, el Tribunal de Alemania pidió su detención y extradición en abril del año 1973.
Su caso cayó en el Tribunal Federal de La Plata N°3, pero, en medio del proceso, se dio a la fuga y desapareció por semanas, presuntamente, luego de que alguien cercano le advirtiera de la denuncia. Se cree que huyó en un barco que salió de Berisso a Canadá.
Después de idas y vueltas para eludir la ley y los pedidos de captura, finalmente, en 1987 lograron aprehenderlo, aunque su extradición fue demorada hasta 1990 ya que su defensa alegó motivos vinculados a su edad avanzada.
Recién dos años más tarde fue juzgado por un tribunal alemán a sus 80 años y condenado a prisión perpetua por ser autor de varios asesinatos y haber colaborado en otros tantos.
