Entre las escenas que se podían encontrar en La Plata en otros tiempos se encontraba una apacible figura de piedra que se inclinaba sobre la fuente del Parque Saavedra para alimentar el cuerpo de agua con su cántaro ovalado. Su origen y su paradero hoy siguen siendo un misterio.
Entre pájaros y especies de árboles, la escultura era una más de las pobladoras del histórico espacio verde, pero no se sabía con exactitud quien era el artista que la había realizado. Ya desde sus inicios parecía estar marcada por cierta paz eterna que generaba intriga entre quienes paseaban por el parque.
Su hogar fue por algunos años una pequeña colina rodeada por un sendero de adoquines hasta que un día, se fue de allí sin dejar huellas. Los platenses dejaron de verla de un momento para otro y muchos recuerdan que se decía que había sufrido roturas y se la habían llevado para repararla.
Nunca más apareció. Los pocos detalles y memorias borrosas que permiten rearmar partes de su historia sugieren que su vasija habría soportado tanto peso hasta que un día cedió y se desprendió. "Tanto fue el cántaro a la fuente, que al final se rompió. La dama, sin el cántaro, no volvió", relatan en un grupo de recuerdos en Facebook.
Desprovista de su moradora, la fuente quedó deshabilitada y hoy, en su lugar, hay un mural que rinde tributo al diálogo interreligioso del partido de La Plata.
La figura, que se encontró en el sector cerrado del parque, supo formar parte del patrimonio cultural de la capital bonaerense hasta que se perdió y olvidó con el paso del tiempo y una estirada esperanza de que regresara.