Cada octubre, miles de jóvenes recorren cerca de 60 kilómetros desde Buenos Aires hasta la Basílica de Nuestra Señora de Luján, en una tradición que ya es parte del patrimonio cultural y espiritual de Argentina. Esta peregrinación no solo es una muestra de fe profunda hacia la Virgen, sino también un espacio donde se promueven valores actuales como la justicia social, la paz y el cuidado del medio ambiente. El lema de este año, “Madre, danos amor para caminar con esperanza”, refleja el anhelo colectivo de mantener viva la esperanza en tiempos difíciles.
La historia de esta devoción se remonta a 1630, cuando una imagen de la Virgen María quedó milagrosamente en el paraje junto al río Luján, hecho que marcó el nacimiento del santuario y de las primeras peregrinaciones. Con el paso del tiempo, el culto fue creciendo hasta convertirse en un símbolo nacional, con visitas de figuras religiosas y patriotas que integraron a Luján en la identidad argentina. En el siglo XIX, con la construcción de la imponente basílica neogótica, el santuario se consolidó como un punto de referencia espiritual para millones de fieles.
Las peregrinaciones masivas empezaron a organizarse formalmente a finales del siglo XIX y tuvieron un impulso importante durante el siglo XX, especialmente con la creación en 1975 de la Peregrinación Juvenil a Luján, un movimiento que ha crecido exponencialmente. Este evento congrega hoy a millones de personas que caminan juntos en fraternidad, haciendo de cada paso una expresión de fe, sacrificio y comunidad. En esta caminata, la dimensión espiritual va más allá de lo individual, enfatizando la comunión y el compromiso social.
Desde un punto de vista teológico, el peregrinaje simboliza el viaje espiritual del creyente hacia la santidad y la Jerusalén celestial. La Virgen de Luján es vista como la madre que guía y protege en tiempos oscuros, invitando a sus devotos a permanecer firmes en la fe y a vivir con esperanza, un mensaje que se refleja en los lemas de cada año. Además, la peregrinación desafía la cultura individualista contemporánea al promover la solidaridad, el acompañamiento y la construcción de una comunidad unida.

A lo largo de los siglos, numerosos papas y próceres argentinos han honrado a la Virgen de Luján, elevando su importancia como símbolo de unidad nacional y protección espiritual. Figuras como San Juan Pablo II, el Papa León XIII, y líderes nacionales han contribuido a fortalecer su legado, mientras que la basílica alberga también los restos de destacados religiosos vinculados a esta devoción. Esta riqueza histórica y espiritual hace de Luján un faro de fe para toda la región.
Más allá de la dimensión religiosa, la peregrinación a Luján es una expresión profunda del deseo de una Argentina unida y solidaria. En cada paso, miles de fieles renuevan el compromiso de construir una sociedad más justa y fraterna, donde nadie quede excluido. Caminar hacia Luján es caminar hacia la esperanza, la reconciliación y la convicción de que, juntos, es posible enfrentar los desafíos y encontrar consuelo en la fe y en el abrazo del otro.





