Todos los 31 de octubre, el mundo se tiñe de negro y naranja, y aparecen las calabazas talladas, telarañas de cotillón y criaturas fantásticas que invaden calles, bares y redes sociales. Pero detrás de esta festividad hay una historia mucho más antigua: una celebración que nació en los campos fríos de Irlanda, cuando los celtas despedían el verano con fuego, máscaras y supersticiones.
Halloween tiene su origen en Samhain, una festividad que marcaba el final de la cosecha y el comienzo del nuevo año celta, hace más de dos milenios. Durante esa noche creían que se abría una puerta entre el mundo de los vivos y los muertos. Espíritus, hadas y demonios cruzaban ese umbral, y los humanos encendían hogueras y se disfrazaban para pasar desapercibidos ante ellos. Aquellas máscaras primitivas serían, siglos después, la razón de los disfraces que hoy se utilizan.
Con el tiempo, la Iglesia cristiana superpuso sus propias fechas, ya que el Día de Todos los Santos se celebra el 1 de noviembre y el Día de los Muertos el 2 de noviembre. Así es que, lo que comenzó como un rito espiritual terminó convertido en un carnaval global donde lo pagano y lo moderno conviven durante una misma noche.

El famoso “dulce o truco” también viene del Samhain, ya que los aldeanos dejaban alimentos fuera de sus casas para apaciguar a los espíritus o agradecer a los visitantes del otro mundo. Con los siglos, esa práctica se transformó en niños pidiendo golosinas por las calles.
Lo que respecta al símbolo de las calabazas, viene de que en la Europa celta se tallaban nabos para espantar a los espíritus malignos, pero al llegar la tradición a América del Norte, las calabazas resultaron más fáciles de trabajar y, además, más vistosas.
En ese sentido, los colores tampoco son casuales. El naranja representa la cosecha y la transición al otoño, mientras que el negro simboliza la muerte y la oscuridad que domina las noches más frías del año.
Aunque Halloween no tiene raíces directas en el folclore argentino, su popularidad crece cada año, sobre todo entre los más jóvenes que realizan fiestas temáticas. Así mismo, los bares decorados y maratones de terror en las pantallas transformaron una tradición lejana en un evento mundial que disfrutan grandes y chicos.




