La suspensión a último momento de una fiesta de fin de año dejó a unos 400 estudiantes de diez colegios de La Plata sin su esperada “Fiesta PP” (Presentación de Promoción), un evento tradicional que marca el ingreso al año de egreso. La cancelación, sin reintegros ni alternativas concretas, generó indignación entre las familias, que habían pagado cerca de 10 millones de pesos desde mayo.
De acuerdo con el relato de los padres, la contratación del salón Límite, ubicado en 122 y 58, Berisso, incluía barra libre, servicio de seguridad, ambulancia y capacidad para unas mil personas entre alumnos e invitados. Tras firmar el contrato en mayo, solo volvieron al lugar una vez más, días antes de la fiesta, cuando esperaban recibir las pulseras de acceso y coordinar detalles finales.
Sin embargo, en esa reunión la dueña del salón les informó que había surgido un “desperfecto técnico” que demandaría tres días de reparación, por lo que la fiesta no podría realizarse. Según las familias, la mujer no ofreció ningún lugar alternativo ni opciones de reprogramación.
A partir de esa respuesta, una de las madres decidió comunicarse con la Municipalidad de Berisso. Allí siempre según lo informado por las familias, le indicaron que el salón estaba clausurado desde mitad de año, lo que generó aún más preocupación sobre la posibilidad real de que el evento pudiera haberse llevado a cabo.
Un día antes de la fiesta, la dueña se comunicó para proponer un espacio alternativo, pero esa opción nunca se concretó. Las familias afirman que desde entonces la responsable dejó de responder mensajes y llamadas, y tampoco inició la devolución del dinero pagado.
Ante la falta de soluciones, decenas de padres y madres se presentaron el miércoles en la puerta del local para reclamar la devolución del dinero. El jueves intentaron radicar una denuncia en la comisaría de Berisso, pero fueron derivados a la fiscalía correspondiente. Hasta el momento no se formalizó ninguna presentación judicial, aunque las familias aseguran que están evaluando los pasos a seguir.
Las familias remarcan que no solo se trata de una pérdida económica, sino también del impacto emocional para los estudiantes que esperaban su primera gran celebración escolar. Ahora intentan reorganizar el evento en un nuevo espacio y evitar que la situación arruine por completo un momento clave del ciclo escolar.