El gobierno se empantanó con la reforma previsional. Una reforma que ni siquiera es reforma integral del sistema porque solamente modifica la fórmula del ajuste. Antes se ajustaba por recaudación y salarios, y ahora Cambiemos pretende que logró que se haga por inflación y salarios.
El oficialismo nunca se puso de acuerdo en cuál era el objetivo de este cambio. Algunos (Macri y Dujovne sobre todo) afirmaron que era para preservar el poder adquisitivo de los jubilados en el futuro, pero otros (como Triaca y Massot) alegaron razones fiscales: el sistema, así como marchaba, era insostenible.
El Excel marca que el actual sistema jubilatorio está quebrado. El problema es bastante sencillo: hay pocos aportantes y demasiados jubilados. Ahí el kirchnerismo metió la cola. Estatizó el sistema en el 2008 e incorporó a 2.6 millones de personas (a través de las moratorias) con cero años de aportes. Esto fue festejado como un triunfo de la justicia social, pero volvió completamente inviable al régimen.
La inclusión de estos nuevos beneficiarios acható dramáticamente los ingresos: hay una legión de ancianos que cobran la mínima, y quienes han aportado durante toda su vida ganan muchísimo menos de lo que les correspondería. Se calcula que para que el régimen previsional estatal sea sustentable, debe haber (por lo menos) tres trabajadores aportantes por cada nuevo jubilado. En la actualidad, hay 1,6 activos por cada pasivo. La mitad. Encima, el envejecimiento de la población es un fenómeno que no se va a detener, con lo cual esa tendencia se agravaría en los próximos años. Una locura.
Todas las variables juegan en contra: el empleo crece muy lento, hay demasiado trabajo informal (es decir, empleados y empleadores que no aportan a la seguridad social) y, por si fuera poco, una gran parte de los trabajadores asalariados formales pertenecen al sector público (o sea, más plata que sale del Estado).
Este breve raconto de problemas y desafíos pasó por alto en el debate. Recién sobre el final, Massot y Negri se animaron a decir que el sistema jubilatorio estaba quebrado. Quizás sea el comienzo de una verdadera reforma previsional. El futuro de los jubilados y la sostenibilidad financiera del sistema es algo que se está discutiendo en todos los países del mundo.
En la calle y en los medios de comunicación, el kirchnerismo y la izquierda cerraron filas para impedir el avance del proyecto. Pero no se escuchó ninguna propuesta ni solución al problema. Peor: explicaron que la plata que se les saca a los jubilados es la plata que se destina a los intereses de la deuda. Faltaría agregar un pequeño detalle a ese razonamiento: Argentina se está endeudando para pagar, entre otras cosas, los gastos en la seguridad social (jubilaciones, AUH, Asignaciones familiares, etc.), que son cada más gigantescos.
Es legítimo oponerse a un cambio de la fórmula, pero también debe haber opositores que reconozcan el grave problema financiero del régimen. Martín Lousteau fue uno de los pocos que admitió que el sistema está quebrado. Y Marco Lavagna, del Frente Renovador, también lo mencionó. Pero el resto de su bloque no parece estar dispuesto a hacer correcciones políticamente incorrectas.
Ricardo López Murphy viene proponiendo desde hace un largo tiempo aumentar muy gradualmente la edad jubilatoria. Es la receta que se adoptó en muchos países de Europa. Quizás sea el antídoto menos doloroso para evitar el colapso del sistema. Requeriría de un gran consenso de la sociedad, algo que huele muy lejano.
