¿El fin de la nefasta era Aguer?

Opinión 14/01/2018 . Hora: 07:48
¿El fin de la nefasta era Aguer?

La Iglesia tiene al alcance de la mano la posibilidad de avanzar y continuar con la adaptación de la institución a los tiempos que corren. No es más que seguir por el camino que, con trabas y palos, intenta instalar Jorge Bergoglio desde que asumió como Pontífice.

Esta chance se presentará en Mayo, específicamente el 24, día en el que el cuestionadísimo arzobispo de la Plata, el monseñor Héctor Aguer, alcanzará los 75 años.

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Según una disposición del Papa Francisco, esa es la edad de jubilación y , llegado el momento, el prelado deberá presentar su renuncia y el Pontífice tendrá la libertad de aceptarla o declinarla.

Entonces, ¿Aguer podría conservar su cargo? En teoría, si. Pero la salida del arzobispo es casi un hecho debido al pésimo vínculo que mantienen; y esas diferencias ideológicas entre ambos se potenciaron con la llegada de Bergoglio a Roma.

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El nombre que suena fuerte para su reemplazo es el de Víctor "Tucho" Fernández, actual rector de la Universidad Católica Argentina (UCA). Se trata de un hombre de máxima confianza para Francisco y la figura que la Iglesia necesita para consolidar el modelo que Bergoglio busca desde su asunción: una institución aggiornada, que se rebele y se adapte al mundo en el que vivimos.

Aguer está en las antípodas de lo que propone el Papa; es el rostro de lo más obsoleto de la Iglesia. Y, lamentablemente, es conocido popularmente por sus constantes declaraciones que, por arcaicas y patriarcales, generan gran revuelo y polémica.

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Uno de sus pasatiempos es defenestrar el matrimonio igualitario, por ejemplo, reivindicando, como si fueran opuestos, la "unión natural" entre un hombre y una mujer y la conformación de una familia.

De hecho, el año pasado prohibió, a través de un decreto, la enseñanza sexual en los colegios católicos platenses, porque "pretende negar las diferencias biológicas entre el varón y la mujer".

Como si su postura prehistórica no se comprendiera, Aguer agregó que hay que brindarles herramientas a los alumnos "para que adviertan los errores y comportamientos desordenados que se difunden en la cultura vigente, para evitar incurrir en ellos".

Es que para el prelado, la ruptura del matrimonio, tal como lo concibe la Iglesia, es el desencadenante de todos los "males" de la época.

La violencia de género es uno de ellos. No es la desigualdad, no es el patriarcado, no es la naturalización de conductas violentas: "La racha de los nuevos femicidios tiene que ver con la desaparición del matrimonio. El matrimonio dignificaba a la mujer, la ponía en un lugar de igualdad con el hombre. Le daba una estabilidad a la familia y a la mujer un respaldo. El matrimonio no existe más hoy día, es un rejunte provisorio".

Este pensamiento, que parece de 1800, no lo es y es ejemplificador, o debería serlo; debería servir para entender que personas que pretendan instalar y propagar este tipo de ideas retrogradas, no deberían estar al frente de ninguna institución.

Durante los primeros diez meses de 2017, una mujer fue asesinada cada 29 horas, de acuerdo con las estadísticas del Observatorio de Femicidios de La Casa del Encuentro. Una mujer cada 29 horas. Y son estos discursos los que retrasan y le quitan fuerza a los pasos que se han logrado en virtud de que no haya Ni Una Menos.

Pero claro que este señor no sólo se queda en declaraciones poco felices a la prensa. Gracias al buen vínculo de la Iglesia con el actual Gobierno, también presionó, por ejemplo, para que en la Provincia se diera marcha atrás con el protocolo de aborto no punible.

"No se respeta la vida del niño por nacer", dice el monseñor. Claro que su preocupación no contempla, ni por asomo, que el aborto inseguro es la primera causa de muerte de mujeres gestantes en el país.

Claro, ¿cómo que hay mujeres que "no quieren" tener hijos si su función es reproducirse? "La unión del varón y la mujer es unitivo y procreativo", dice.

Además de evitarnos femicidios, si el matrimonio fuera una institución respetada y los vínculos familiares no fueran tan efímeros, tampoco habría abuso infantil. Aguer sostiene que en la mayoría de los casos se dan en el ámbito familiar, en manos de padrastros y "las parejas de las mujeres".

Los casos de abusos por parte de curas merecen un análisis aparte, pero el arzobispo platense manifiesta que en ese contexto, una violación "es infinitamente peor".

Por su parte, Francisco se ha mostrado desde sus inicios como un Pontífice sumamente conectado con la realidad social y, si bien lógicamente mantiene los preceptos católicos, tiene una postura mucho más abierta.

Es por eso que la salida de Héctor Aguer podría significar el fin de una época. El Papa tiene en sus manos una decisión que podría cambiar la imagen de la Iglesia, si es que apuesta a un cambio fuerte. Además, es La Plata, segunda Arquidiócesis en importancia, es la arista que le falta para la "triple corona: en Capital Federal está Mario Poli y Oscar Ojea en el Episcopado.

Si bien la sucesión del monseñor Aguer no está definida, o al menos no ha trascendido ninguna información oficial, parece imposible que lo que venga sea peor, después de 18 años de un manejo vergonzoso.

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