El blooper de Massot del pasado viernes puso en debate nuevamente el rol del radicalismo dentro de Cambiemos. "Sabemos que después de nosotros va a venir el peronismo reciclado", dijo el diputado PRO. "¿Y los radicales?", le preguntaron. "Ellos ya están gobernando", respondió tajante.
A la UCR no le quedan muchas alternativas para 2019. Salir de Cambiemos no es una opción. Los "radicales" que jugaron por fuera del gobierno vagaron en un desierto de votos. Stolbizer no le sumó puntos a Massa, mientras que Lousteau en Capital Federal se derrumbó en el 2017 tras haber ido al ballotage en 2015.
Allí hay un dato clave para seguir de cerca: hace dos semanas, Lousteau, Stolbizer y el gobernador socialista Miguel Lifschitz se reunieron para darle forma a un nuevo polo socialdemócrata o de centro-izquierda. El "progresismo no peronista" está en retirada a nivel legislativo y esa alianza podría ser la herramienta para no desaparecer totalmente.
Los dirigentes radicales de Cambiemos observan ese escenario desde lejos y se abrazan al gobierno. Saben que irse del oficialismo significaría volver al ostracismo.
Tampoco es cierto que la UCR sea un elemento decorativo de Cambiemos. En el ejecutivo nacional se quedaron con dos ministerios: Salud y Defensa. Es verdad que no se trata de las áreas mas "populares", pero no menos cierto es que el radicalismo perdió feo con Macri en las PASO del 2015.
Si tomamos como referencia esa paliza de Macri a Ernesto Sanz y Elisa Carrió, es lógico que la mayor plana de funcionarios sean del PRO. Inclusive, los propios protagonistas admitieron que Cambiemos era una alianza legislativa, pero no de gestión: el que ganaba las PASO, gobernaba. Macri ganó y llevó a los suyos a los mejores puestos. No es una administración de coalición como lo fue la UCR y el FREPASO en 1999.
En el congreso los radicales acumulan fuerza, fundamentalmente en el Senado donde lideran claramente a Cambiemos. Su despliegue territorial es otro motor que los entusiasma para 2019. Los radicales creen que pueden conseguir varias gobernaciones. Julio Martínez en La Rioja, José Cano en Tucumán y Eduardo Costa en Santa Cruz son candidatos competitivos.
Desde Cambiemos confían en que el gobierno de Gerardo Morales en Jujuy irradie simpatías en las provincias cercanas para extender la ola amarilla en el norte argentino. En Córdoba y Santa Fe, Cambiemos también prepara una posible victoria. Pero allí no está claro si el candidato será radical o del PRO. En Santa Fe, posiblemente, podría tener su chance un radical mimado por Macri: José Corral.
Corral es el actual intendente de la Ciudad de Santa Fe y fue presidente de la UCR nacional. Es un abogado de 50 años, de pulcra gestión y que luchó para llevar a su partido a una alianza con el PRO en lugar de los socialistas. Ese arduo y valiente traslado le valió la felicitación de todo el arco amarillo. En el 2019 sería recompensado con la candidatura a gobernador.
La figura de Corral no es menor. El radicalismo, desde hace muchos años, se quedó sin candidatos presidenciales competitivos. Sanz quedó lejos de Macri en 2015, Alfonsín perdió por 40 puntos contra Cristina en 2011, y en el 2007 ni siquiera presentaron un candidato propio.
Los radicales dan por descontado que el postulante 2019 saldrá de las filas del PRO, sobre todo porque Macri todavía tiene la posibilidad de ser re-electo. La UCR tiene 5 años para posicionar a un candidato nacional. Corral gusta en el PRO, pero para trascender necesita ser gobernador de Santa Fe.
Hay otro dato ilustrativo: en las encuestas de imagen de los políticos, no aparece ningún radical entre las opciones. Los dirigentes radicales dicen que eso no les preocupa. Por ahora, se concentran solamente en sumar gobernadores y legisladores. La búsqueda de un candidato presidencial forma parte de una fase posterior: ¿2023?
