
Pablo Pérez, uno de los jugadores de Boca agredidos por los piedrazos al micro, se preguntó horas después: ¿Si nos atacaron antes de que empezara el partido, quien puede asegurarme que voy a salir vivo de esta cancha si llegamos a ganar?

Tal vez puede trazarse un cierto paralelismo entre esta final de Copa Libertadores entre River y Boca, y el balotaje que pueda desarrollarse entre Macri y Cristina en el 2019.
Un escenario bastante probable, con los datos de las últimas encuestas, es que alguno de los dos se imponga pero por pocos votos; es decir, podría existir un 51-49% a favor del kirchnerismo, o también un 51-49% para Cambiemos, cuya suerte estará atada a la evolución de la economía.
En las últimas elecciones presidenciales no había esta hipótesis de conflicto. Repasemos: en el 2007 todavía no se había instalado la grieta, y en general había una buena imagen sobre el rumbo económico. En la reelección de Cristina del 2011 tampoco había posibilidades de broncas cruzadas: todos sabían desde el inicio del calendario electoral que el triunfo del kirchnerismo estaba asegurado. No hubo lugar para que la oposición de ilusione con una victoria. Ni siquiera estuvieron cerca de forzar un balotaje.
Y en el 2015, el kirchnerismo lloró la victoria de Macri, pero no generó episodios de violencia. En el fondo, entendían que en algún momento llegaría el traspié tras doce años de gobierno.
Ahora es diferente. Un sector importante de la población no tolerará un regreso del kirchnerismo, y máxime si ese regreso es con la propia Cristina como presidente. Y en el mismo sentido, los militantes kirchneristas cuentan las horas para volver. No esperan otro desenlace para el 2019.
Falta menos de un año para ese eventual balotaje. Y parece que habrá dos ejes cruzados en la campaña: la oposición achacará la mala situación económica, y Cambiemos agitará los fantasmas de un regreso a la corrupción y el populismo. El 2019 no será un gran año económico, aunque sí sensiblemente mejor que el 2018.
Menem ganó en 1989 por la hiperinflación que acechó a Alfonsín. En 1995 venció con una economía en recesión, pero que venía de mejorar fuertemente en 1992, 1993 y 1994. En 1999 ganó De la Rua, fruto del desgaste del menemismo por la recesión que empezó en el 98 y por los resonantes casos de corrupción.
Finalmente, Cristina logró ganar dos voces con una economía en expansión, y perdió en 2015 cuando llegó el estancamiento entre el 2012 y el 2014.
Si Macri gana en el 2019 con tres de sus cuatro años de gestión en recesión, habrá roto todos los libros recientes.