Lo dijo Hernán Lacunza esta semana: "Los 5.400 millones de dólares del FMI son necesarios".
Se trata del anteúltimo desembolso del fastuoso préstamo que contrajo Argentina. Más allá de los zigzagueos del Fondo, la realidad es que el gobierno cumplió con los objetivos: mantuvo el superávit fiscal primario y cumplió con la meta monetaria del Banco Central en los primeros seis meses del año.
Pero el Fondo ya ve el futuro. Y el futuro no lo favorece demasiado. Entienden que el país tendrá dificultades para cumplir con el cronograma de devoluciones. El FMI, además, es el último de la fila.
El acuerdo tendrá que ser renegociado. Una vez más. Y no porque el gobierno actual haya incumplido, sino porque las metas acordadas en conjunto no sirvieron ni para controlar al dólar ni para controlar a los precios.
Es decir, se trata de un fracaso intelectual, no de ejecución. El diagnóstico evidentemente no era el acertado y los remedios no tuvieron efectos.
El FMI y el mercado presionarán al país para dos reformas: la jubilatoria y la laboral. Cambiemos surfeó ambas en el 2017 y 2018 pero no llegó a buen puerto.
Una reforma previsional ayudaría a descomprimir el gasto público y permitiría encarar una reducción de impuestos con más margen. Actualmente, las erosiones en jubilaciones y pensiones rozan el 50% del gasto total del Estado Nacional. Es más del doble de lo que se gasta en AUH, asignaciones familiares y otros planes nacionales.
A fines del 2017, la reforma laboral había tenido el visto bueno de la CGT luego de una larga negociación. Pero cuando iba a entrar al Congreso ocurrieron los piedrazos en la sesión del cambio en la fórmula de ajuste de las jubilación.
Presionada por el contexto, la CGT retiró su apoyo a la reforma laboral. El peronismo, de todas maneras, tampoco parecía muy entusiasmado con su tratamiento.
A partir de ese momento, el Frente para la Victoria empezó a tender puentes con el Frente Renovador de manera más periódica. Ambos encontraron en la reforma jubilatoria y la laboral dos razones para cerrar filas contra Macri.
18 meses después, esa alianza quedó sellada. Ambas reformas quedaron en la nebulosa. Alberto Fernández se comprometió a no avanzar en ese terreno. El sistema previsional está virtualmente quebrado. En el futuro, ya no habrá recursos para sostener el sistema de reparto estatal.
Alberto Fernández deberá tener otro ancho bajo la manga.
