Martín Guzmán parece decidido a no hacer olas hasta octubre. Hay confianza en la recuperación de tres sectores claves: comercio, construcción e industria manufacturera. Lo dijo también Alberto Fernández el 1 de marzo. Los datos difundidos por el INDEC de noviembre, diciembre y enero son alentadores.
Pero estos brotes verdes chocan con una inflación que permanece indomable desde octubre del 2020. Guzmán entiende que el objetivo de inflación del 29% para todo el 2021 es posible de cumplir. El último viernes, los agentes del mercado encuestados por el Banco Central, señalaron contrariamente que el pronónstico de inflación es del 48%. Una brecha de percepción nada pequeña.
El rubro de alimentos sigue por encima del 4%. Se espera, sin embargo (aún en los cálculos más pesimistas), que la inflación de desacelere a partir de mayo y se situe (cómo máximo) en el orden del 3%. Pero para llegar a una inflación del 29% como pretende Guzmán, la desaleración debería ser mucho más pronunciada y arribar al 2% mensual. Un escenario complejo.
Guzmán tiene dos armas que utilizará en este año electoral. Habrá un esquema de tarifas de luz y de gas de “transición” hasta que se apruebe el nuevo cuadro tarifario. Esta transición duraría como mínimo hasta octubre. No hay precisiones sobre montos y porcentajes, pero implicarían subas no muy pronunciadas. La idea es frenar la escalada de subsidios económicos. Después de octubre sí podría existir una corrección más marcada con el objetivo de reducir los subsidios respecto al PBI.
Otra herramienta que usará Guzmán es el “ancla cambiaria”. Dicho en criollo, “pisar” un poco el valor del dólar. Seguirán las depreciaciones pero a un ritmo menor que en el 2020. Siempre hablando del dólar oficial. Por ejemplo, si la inflación es del 40% en el 2021, la depreciación del peso (o suba del dólar) será del 30%. Es decir, habrá un cierto atraso cambiario. A favor de Guzmán: sería un atraso cambiario que no generará pérdida de competitividad comercial respecto a otros países. Es un margen que puede usar: hoy el dólar oficial (95 pesos) no es barato en términos históricos.
También hay que olvidar cualquier posibilidad de salir del cepo. El Banco Central está comprando dólares del saldo comercial favorable (gracias Soja), pero los pierde por la vía de más importaciones y demanda del dólar ahorro. También hay pérdidas de reservas por las intervenciones del Banco Central en el mercado de bonos. En resumen: no se están acumulando reservas. Por lo tanto, no hay “mochila” para liberar el cepo.
Pero esta intención de no generar olas también chocará contra un doloroso dato que se conocerá el 31 de marzo: el dato de pobreza del segundo semestre del 2020. El econometrista Martín Rozada adelantó que la pobreza será del 41.1%. Usa una metodología que aproxima casi a la perfección lo que luego publica el INDEC. Este 41.1% implica un aumento respecto al primer semestre del 2020 cuando había dado 40.9%.
Sin embargo, lo más interesante de su estudio es que la incidencia de la pobreza había caído en el tercer trimestre para luego volver a crecer en el cuarto. Es decir, la pobreza estaba bajando en julio, agosto y septiembre, y empezó a subir en octubre, noviembre y diciembre. Claramente allí impactó la suba de la inflación. Para enero, la pobreza ya se situaba en el 42.2%. Bajar la inflación no puede esperar.
