Nehuén tiene 14 años, vive en La Plata y es un chico superdotado a nivel intelectual.
Lo que parecería un increíble beneficio, se ha transformado para Nehuén y su familia en un verdadero calvario.
LAPLATA1.com dialogó con Eliana, su mamá, que contó la historia al borde de las lágrimas. Nehuén fue al jardín 903 en 51 y 24.
“Fue una etapa que recordamos con mucho amor. Cuando nos hacían la devolución de fin de año, la seño nos decía que él usaba todos los colores para dibujar, y reconocía su nombre y lo escribe. Para nosotros era común eso a los 2 años. Era nuestro primer hijo. No lo veíamos como algo extraño”, cuenta Eliana.
“El Jardín tenía una bibliotecaria genial. Él no quería dibujar o jugar con bloques, sino leer. Y Virginia lo acompañó siempre cuando vio su interés lector. Ella nos ayudó muchísimo. No le gustaba el contacto estrecho, el amontonamiento y los empujones. Cuando llegó el momento del egreso, la directora nos dijo que Nehuén sumaba, restaba, multiplicaba y dividía”, recuerda.
La Directora le recomendó no mandarlo a una escuela muy grande para que no se aburra.
Tomando ese consejo, lo anotaron en el Benito Lynch de 35 y 14: “Estaba súper emocionado porque por fin iba a prender. Él decía que la escuela era para aprender, no para jugar. Cuando salió el primer día de la escuela, le agarró un ataque de llanto. Nos decía por qué lo tenían todo el tiempo dibujando la A”.
Eliana, a su vez, rememora una curiosa anécdota con su pequeño: “Un día estaba sentado en el sillón y me enojé porque había dejado los juguetes tirados mientras leía. Y me respondió que yo era oscurantista”. “Preferís que pierda el tiempo levantando las cosas del piso, en vez de que pueda avanzar con el progreso de mi libro”, argumentó Nehuén para su sorpresa. Quedó muda.
A partir de allí se puso a investigar. Advertía que lo de Nehuén no era habitual. Notó que había personas con disincronia: no todos tienen la misma edad emocional, cronológica e intelectual.
Nehuén estallaba en su casa. Decía que la escuela no servía, que los chicos se pegaban. Eliana creyó que podía ser autista. Sin embargo, un examen psicodiagnóstico reveló que tenía altas capacidades intelectuales.
Por lo tanto, necesitaba de una adecuación curricular. Pero a partir de allí comenzó una larga lucha sin resolución que tuvo a Eliana como protagonista: ¿Cómo llevar esta complejización curricular a la práctica? Fueron todos baldazos de agua fría.
Nehuén podía avanzar de año, pero prefirió empezar a cursar su tercer grado en la Escuela 10, donde estaban muchos de sus compañeros de jardín.
Pero más allá del esfuerzo de la docente, la complejización poco a poco quedó en el olvido. El aula era un caos. En total, 35 alumnos. Nehuén no tenía el seguimiento adecuado.
Ante la falta de respuestas de las autoridades, Eliana empezó a tomar contacto con diferentes asociaciones y llegó a hablar con autoridades del Ministerio de Educación bonaerense. Pero otra vez fueron promesas incumplidas.
“Te dicen todo que sí, pero después nadie cumple”, resume Eliana. Era el peor momento para Nehuén, que empezó a ir al psicólogo. El pequeño decía que “a las escuelas había que prenderlas fuego, y arriba hay que construir una biblioteca”, recuerda su mamá.
Pero el colmo se desató cuando una docente lo empezó a maltratar y le decía que era un problema. “Dale salame, que me vas a venir a enseñar a mí. En cualquier momento yo tengo altas capacidades”, había escrito la docente en Facebook. Era un mensaje dirigido al psicólogo de él.
“El principal problema es la falta de capacitación, es un tema que no se ve en las carreras de psicología, psicopedagogía, docencia”, reflexiona Eliana.
Actualmente, Nehuén cursa el tercer año de la Secundaria. Lo hace en la escuela técnica del Astillero Río Santiago: “Va bien pero ya no esperamos nada del sistema educativo lamentablemente”, cierra la mamá.
