Maitena es de La Plata, tiene 32 años y una apasionada del mundo de las lombrices.
En diálogo con LAPLATA1.com, cuanta cómo empezó todo.
“Me gusta mucho cuidar las plantas, e intento llevar una vida con el menor desperdicio posible. Mi interés por las lombrices fue cuando quería abonar la tierra que tenía mi huerta y otros sectores del jardín, principalmente a las plantas que estaban en maceta”, recuerda.
“Antes de tenerlas, le agregaba la tierra que iba generándose naturalmente en un lugar donde solo tirábamos hojas. El tema que también se generaban otros residuos en mi casa que no eran tirados ahí, sino que se ponían en una bolsa para que se la lleve el recolector de basura. Entendiendo que todo eso que poníamos en la bolsa se puede convertir en algo saludable para las plantas, me puse a investigar cómo hacer para acelerar el proceso”, agrega.
Y allí aparecen las lombrices en su vida. Las lombrices californianas: “Decidí comprarle un núcleo de 100 lombrices a alguien de la zona que encontré por Internet y así empecé el camino del vermicompostaje”.
El vermicompostaje implica el uso de lombrices de tierra para descomponer los residuos domésticos y del jardín, aumentando la velocidad del compostaje con respecto a la habitual.
“Las lombrices californianas producen un humus de alta calidad, con una estructura migajosa muy estable. Lo que le supone una serie de ventajas frente a otro tipo de abonos orgánicos”, explica Maitena, que además es Ingenieria en Alimentos.
¿Y que comen sus lombrices? “Ellas comen todo lo que uno le ponga. Todos los desperdicios de cocina, como cáscara de cebolla, de papa, pasto, plantas secas, hojas secas, papel, cartón, cáscaras de huevos, café molido, saquitos de té, servilletas de cocina, yerba, pelo, etc. Es importante no darle nada de carne ni huesos”, subraya.
Sus amigos y familiares no se han enganchado como ella. Empiezan y abandonan. “Es muy simple, no requiere trabajo, solo hay que organizarse. Cuando uno más simple lo haga es más fácil que perdure en el tiempo y no lo terminen abandonando. No es que sea trabajoso su cuidado pero te tiene que gustar. A las lombrices no hay que molestarlas, hay que dejarlas trabajar tranquilas. Cada tanto está bien atender al compost para ver si todo marcha en condiciones. No tiene que tener olor”, reflexiona.
A los dos años de tener sus primeras lombrices empezó a venderlas. Hoy ya no lo hace. Solo cuida a sus lombrices.
Y concluye contando cómo fue ese proceso que no estuvo exento de momentos incómodos con los clientes: “Yo me encontraba sin trabajo estable. Si bien en ese momento daba clases, mis horarios me permitían poder prestarle atención y vender. Sé que muchas personas se fueron felices con sus lombrices, al igual que yo la primera vez que estuve en contacto con ellas. Muchas otras se fueron decepcionadas. Esperaban ver una súper lombriz y cuando les mostraba lo que eran, recibí varios insultos”.