Silvi Mattos es de La Plata y junto a su pareja arriesgaron todo: él es panadero, renunció a su trabajo y largaron un emprendimiento a puro pulmón.
Todo queda en familia. Tienen tres hijos: el más grande, de 17, ayuda a su papá en la cocina, mientras que Silvi y su hija de 11 arman las bandejitas y toman los pedidos.
“Mi marido es panadero, confitero y facturero. Trabajó en varias panaderías y era muy esclavizador. Muchas horas y muy poca paga. Lo charlamos y decidió dejar la panadería, y largar solo”, cuenta en diálogo con LAPLATA1.com.
Por supuesto fue un paso difícil. La paga en la panadería no era alta pero al menos era un ingreso fijo mensual. Por eso, durante un par de meses, hizo las dos cosas en paralelo: como empleado en esa panadería y los primeros pasos como emprendedor familiar.
“Estaba un poco haciendo las dos cosas. No quería arriesgarse a dejar un trabajo por más que era poca la paga. Luego nos arriesgamos. A las dos primeras semanas ya teníamos repartos”, recuerda.
Y explica sobre el oficio del panadero: “Son esclavizantes las factures; tenés que cocinar a la madrugada, luego hacer el reparto. No podía más con los dos trabajos”.
Ellos vivían en San Carlos y muchas personas del barrio comenzaban a ser clientes habituales. Pero todo se complicó con el alquiler: no quisieron renovarle y debieron mudarse a Melchor Romero. Comenzar de cero. No les fue bien con la atención al público. Y activaron el plan B: la entrega de bandejas.
“Subsistimos. Es algo familiar y tratamos de salir adelante. No tenemos otra entrada. Con el alquiler, los chicos y todos los gastos no alcanza la plata. Tenemos altibajos, cuesta, pero tratamos de sobrellevarlo y mejorar la calidad del producto para el cliente”, completa Silvi que la rema todos los días en Melchor Romero con su marido panadero.