Puede ser un poco antojadizo ponerle una fecha concreta al cambio de expectativas. Massa asumió en agosto del 2022 al Ministerio de Economía y logró calmar una situación financiera que amenazaba con convertirse en algo realmente grave.
De allí en más el crédito para el tigrense quedó abierto. Alternó buenas y malas pero al menos se había despejado la idea de un estallido por el lado de las cotizaciones paralelas, la inflación parecía mermar, se lanzaba un ambicioso programa como Precios Justos y el Dólar Soja permitía engrosar las reservas del Banco Central.
Pero desde el 12 de enero parece registrarse un quiebre. En ese momento, las reservas del Banco Central eran de 43.500 millones de dólares. De esa fecha a hoy hubo 51 jornadas: en 43 el Banco Central perdió dólares, y en solo 8 acumuló. Actualmente las reservas son de 36.800 millones de dólares.
Hablamos de reservas brutas. Si vamos a las reservas netas, la cosa se pone más preocupante. Pero lo concreto es que en menos de tres meses el drenaje o goteo de dólares fue de casi 7.000 millones de dólares. De allí el apuro de Massa para conseguir rápidamente el desembolso del FMI. Ayudaría mucho.
El 18 de enero es otra fecha clave, muy próxima desde luego al mencionado 12 de enero. Desde el 18 desaparece la fiesta del Merval. El índice Merval refleja la cotización de las principales empresas argentinas. Cuando llegó Massa, el Merval estaba pulverizado. Pero desde su asunción comenzó una suba extraordinaria, milagrosa. Aquellos que compraron acciones en ese momento vivieron una racha sensacional, insuperable. Se hablaba de la fiesta de la Mervaleta. Todos querían subirse. Podías ganarle por tres veces a la inflación. Una locura.
Todo se pinchó, sin embargo, el 18 de enero: el Merval cayó 10%. Hacia el 26 de enero volvió a recuperar el terreno perdido pero volvió a desinflarse. Febrero muy bastante flojo, y en marzo hubo fuertes pérdidas. Fin de la fiesta.
En materia de inflación, podemos encontrar un quiebre parecido. Noviembre dio 4,9% y diciembre 5,1%. Teniendo en cuenta que diciembre suele ser un mes históricamente de mayor presión inflacionaria, eran números que invitaban a cierto optimismo sobre un curso descendente de la inflación. Pero nuevamente enero metió la cola: la inflación se aceleró y cerró en 6%. Febrero no aflojó y escaló al 6,6%. Para marzo no se esperan números mejores.
Massa se juega todas las fichas a romper en abril este ciclo negativo de tres meses. La sequía, la incertidumbre electoral y las turbulencias internacionales no colaboran. La verdad está por verse.
