La dieta que seguimos influye de manera determinante en nuestra salud, pero no solo lo que comemos y en qué cantidad, sino cuándo lo hacemos. Un nuevo estudio pone el acento en la crononutrición, que es la disciplina que ayuda a comprender la relación entre el momento de la ingesta de alimentos, los ritmos circadianos y la salud.
El mensaje clave es: las personas que cenan y desayunan temprano tienen menos problemas cardiovasculares. Un ayuno nocturno prolongado actúa como seguro de salud, pero no sirve el truco de saltarse el desayuno.
Los resultados de este trabajo, llevado a cabo por un equipo del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) -centro impulsado por la Fundación La Caixa-, el INRAE, el Inserm y la Universidad de la Sorbona de París, y publicado en la revista Nature Communications, permiten hacer recomendaciones muy precisas sobre la mejor hora para realizar la primera y la última comida del día.
QUE DIJO LA CIENCIA
Desayuno: los resultados muestran que realizar la primera comida más tarde en el día (y, por ejemplo, saltarse el desayuno), se asocia a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, con un aumento del 6% por hora de retraso. Así, una persona que come por primera vez a las 9 de la mañana tiene un 6% más de probabilidades de desarrollar una enfermedad cardiovascular que otra que come a las 8. Realizar habitualmente una primera comida del día más tarde se ha asociado en estudios observacionales con factores de riesgo cardiometabólico, como un aumento de la presión arterial o una mayor inflamación.
Cena: En cuanto a la última comida del día, realizarla tarde (después de las 9 de la noche) se asocia a un aumento del 28% del riesgo de padecer enfermedades cerebrovasculares, en comparación con comer antes de las 8 de la noche, sobre todo en las mujeres. Una última comida tardía puede vincularse a una hemoglobina glicosilada más alta, que constituye un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares. Además, hay ensayos que indican que podría contribuir a la intolerancia a la glucosa, la resistencia a la insulina, unos mayores niveles de colesterol y un aumento en el índice de masa corporal (IMC).
Ayuno nocturno: Una mayor duración del ayuno nocturno, que es el tiempo transcurrido entre la última comida del día y la primera del día siguiente, se relaciona con un menor riesgo de enfermedad cerebrovascular, lo que respalda la idea de realizar la primera y la última comida del día más temprano. Comer durante la fase de descanso del cuerpo, cuando los niveles de la hormona del sueño -la melatonina- están altos, podría conducir a desarrollar intolerancia a la glucosa y a niveles más altos de azúcar en sangre.