Una y otra vez Javier Milei se ufana de haber conseguido rápidamente el superávit fiscal a base de motosierra, licuadora y freezer. El peronismo sigue sin encontrar una síntesis a ese planteo.
Lo básico: no queda tan claro si el peronismo considera que el superávit fiscal es algo deseable. Y, si es deseable, qué tal deseable es.
“El superávit fiscal primario y el superávit comercial son elementos centrales que los argentinos deberemos mantener definitivamente, porque los argentinos venimos tratando de cuidarnos de una adicción, y como adictos siempre estamos a las puertas de recuperar esa adicción. Ya sabemos a dónde nos llevó la teoría del déficit fiscal permanente”, decía Néstor Kirchner un 22 de noviembre de 2006 en el encuentro anual de la Cámara Argentina de la Construcción.
Es una definición que tranquilamente podría decir hoy Javier Milei o Luis Caputo. En el medio corrió mucha agua. El gasto público creció de forma lineal entre 2005 y 2015. Fue algo inédito en los últimos 50 años de historia Argentina. La oposición tampoco puso reparos. Los que susurraban cierta prudencia en el gasto público eran cancelados. La palabra “ajuste” estaba prohibida.
Con el triunfo peronista en el 2019 se abrió un nuevo capítulo. Alberto Fernández rápidamente esbozó públicamente la importancia del equilibrio fiscal. Lo señaló en agosto del 2020 como un pilar innegociable. Sus dos laderos económicos, Martín Guzmán y Matías Kulfas, hablaban en ese idioma y recordaban con buenos ojos los años de superávit de Néstor Kirchner. Indirectamente había una crítica al manejo macroeconómico post 2007 pero sobre todo post 2011.
Una cosa es decir y otra cosa es hacer: más allá de la postura de Alberto Fernández, Guzmán y Kulfas, la realidad es que ese equilibrio fiscal nunca llegó. Sergio Massa, cuando arribó al Ministerio de Economía, también defendió la importancia del equilibrio fiscal. Pero tampoco lo logró e incluso el déficit se profundizó en el segundo semestre del 2023.
Hubo una carta emblemática de Cristina Kirchner. La carta posterior a la derrota legislativa del 2021. Allí despotricaba contra el ajuste fiscal de Martín Guzmán. Un ajuste que, comparado con el actual, era un juego de niños. Evidentemente no había una noción compartida sobre la importancia de gobernador con equilibrios macroeconómicos.
Desde diferentes sectores políticos y económicos se ha cuestionado el ajuste fiscal de Javier Milei. Algunos por su profundidad, otros por su composición. Ok. Distribuir equitativamente los costos del ajuste es un objetivo deseable de cualquier plan de estabilización, y está muy bien objetar si eso no ocurre.
Pero también sería interesante conocer si esa definición de Néstor Kirchner de noviembre del 2006 sigue vigente en el peronismo o ya no forma parte del repertorio.
