Ariel tiene 49 años, es de La Plata y la rompe en el mundo de la poda de altura. Hace 20 años que se dedica al rubro y es un obsesivo de las medidas de seguridad.
“Antes de dedicarme al tema de la poda yo laburaba en el sector gastronómico, en una cocina”, recuerda en diálogo con LAPLATA1.com.
Luego llegarían varios cambios en simultáneo: su pareja quedó embarazada y él empezó a trabajar en una empresa de poda.
“Me costó al principio porque arranqué de cero”, señala Ariel, que de a poco se fue equipando con las máquinas y herramientas que necesitaba. También realizó un curso de rescate aéreo, y dos cursos de poda en altura.
“El tema de la seguridad es imprescindible. Yo veo, quizás, que mucha gente se meto en la poda para ganar un mango pero no cuenta con esas medidas de seguridad. Si se te desprende una rama y te pega en la cabeza no la contas”, advierte Ariel.
Y agrega: “No podés cobrar dos mangos un trabajo que lleva mucha logística. A veces la gente prefiere pagarle dos mangos a una persona que hace una poda y rompe todo. Hay mucha diferencia entre un podador que sabe y el que lo hace para tener un ingreso de emergencia”.
Ariel reconoce que algunos laburos le costaron pero siempre, tarde o temprano, pudo terminarlos. Todavía recuerda con cierto humor un trabajo muy particular: una columna de eucaliptus donde había colmenas de abejas. Cualquier error podía significar que los insectos se abalanzaran en forma de venganza. Afortunadamente no fallaron. Pero transpiraron.
Otro detalle de color: hicieron un trabajo con una Santa Rita de 15 metros en el edificio lindero a la casa de Ricardo Barreda, en 48 entre 11 y 12.
“No sabés lo que fue ese laburo”, recuerda, “pero también es cierto que fueron trabajos que nos abrieron la puerta para varios presupuestos a futuro”. A Ariel le avisaron que esa era la casa del odontólogo que mató a su familia cuando estaba arriba del árbol. No habría sido el momento más oportuno para enterarse. “Cuando salimos con todas las ramificaciones, vimos que estaba el falcón verde”, dice Ariel.
Finalmente, vuelve a centrarse en el tema de la seguridad: “Los cursos te permite manejar el acceso al árbol, los arnés, los puntos de anclaje. No todos pueden hacer un laburo en un árbol a 35 metros de altura”.
“Vos tenés que saber la cuerda que vas a usar. La cuerda se puede reventar dependiendo del peso de la rama y hacés un desastre. No es una pavada. Podés tener cero vértigo pero donde le erras a un cálculo, te matas vos, un compañero tuyo o destruís la propiedad”, completa.