La masacre ocurrida en Villa Crespo sigue generando conmoción y nuevas preguntas. En el centro de la investigación aparece el rol del psiquiatra que atendía a Laura Leguizamón, la mujer que mató a su esposo e hijos antes de suicidarse. Según fuentes cercanas, la paciente llevaba al menos dos meses de tratamiento por un cuadro psiquiátrico severo.
En la escena se encontraron medicamentos como sertralina y olanzapina, recetados habitualmente para tratar depresión, ansiedad y esquizofrenia, lo que refuerza la hipótesis de un brote psicótico. La hermana de la mujer, Nora Leguizamón, confirmó que Laura estaba medicada, aunque no precisó su diagnóstico exacto.
Uno de los puntos clave de la causa gira en torno a una presunta recomendación del psiquiatra para internar a Laura, que habría sido rechazada por su entorno familiar. Este dato podría tener peso en la determinación de eventuales responsabilidades.
Por el momento, las pericias avanzan sobre la historia clínica de Leguizamón y los dispositivos electrónicos incautados, junto con la carta manuscrita hallada con sangre en el domicilio. También se analizan los cuchillos utilizados en el hecho.
Las autoridades buscan establecer si hubo negligencia o falta de seguimiento profesional que pudo haber evitado la tragedia. Mientras tanto, el caso continúa generando debate sobre la atención en salud mental y los mecanismos de prevención en situaciones de riesgo extremo.
