Por Mimi Dominici
Miguel Rueda, es uno de tantos padres argentinos que, tras enfrentar una serie de denuncias falsas por parte de su expareja, fue apartado de sus hijos sin haber sido procesado por ningún delito. Hoy vive exiliado en Estados Unidos, con el corazón partido y el miedo constante a ser nuevamente denunciado si regresa al país.
Rueda fue denunciado 23 veces por su ex mujer. Todas las causas cayeron por falta de pruebas, pero el daño ya estaba hecho. A pesar de que la Justicia no encontró elementos suficientes para procesarlo en ninguna de las acusaciones, Miguel sigue sin poder ver a sus hijos. "Me los robaron injustamente y nadie hace nada", dijo entre lágrimas durante una transmisión en vivo de Instagram con Mmi Dominici, visiblemente quebrado por el dolor de la separación forzada.
Los hijos de Miguel, menores de edad, han pedido en reiteradas oportunidades ver a su padre, pero tampoco fueron escuchados. El sistema judicial, que debería velar por el interés superior del niño, eligió mirar hacia otro lado.
Como él, muchos padres en Argentina están atravesando situaciones similares, son víctimas de falsas denuncias, apartados de sus hijos durante años, sin juicio, sin condena, sin voz. En lugar de presumirse inocentes, como dicta la Constitución Nacional y el principio básico del debido proceso, estos hombres deben cargar con el estigma de una culpa que nunca se probó, como si fueran culpables desde el primer día.
Miguel no quiere volver a su país. Tiene miedo. Miedo a ser denunciado otra vez, a tener que iniciar desde cero un proceso desgastante, costoso, y profundamente doloroso. Miedo, sobre todo, a seguir lejos de sus hijos.