
El gobierno vive sus horas más difíciles. En la mayoría de los días tomó decisiones fuertes para adelantarse a futuros problemas. Primero fue el Banco Central, que intervino enérgicamente en el mercado de cambios y subió la tasa de interés al 40%. Pero más importante fue el anuncio de Macri de una negociación con el FMI.
Tanto el Banco Central como el gobierno parecen haberse gastado todas las balas. Sturzenegger vendió reservas cuando el dólar no crecía tan fuerte, y después se quedó sin tanta espalda cuando la divisa realizó saltos más angustiantes.
El préstamo del FMI viene a cerrar ese problema: es un reaseguro para el Banco Central y una demostración de poder para el resto del mercado.
Ante este escenario, el Banco Central tiene dos alternativas: dejar correr al dólar o frenarlo con más intervenciones. La opción 2 es la elegida. El dólar ya tiene un piso de 23 pesos y no bajará. Su consecuencia inmediata será el traspaso a precios. La magnitud de ese traspaso será clave para los objetivos inflacionarios. El Banco Central insistió en su último comunicado en alcanzar la meta del 15% para 2018.
Pero mientras nos entretenemos con el subibaja del dólar, hay un problema de fondo: la Argentina sigue lejos de solucionar el déficit fiscal. No caben dudas de que el actual gobierno ha realizado algunos esfuerzos importantes en la baja del gasto público y que cumplió con los objetivos fiscales establecidos por Prat Gay-Dujovne.
Pero desde el mercado entienden que esos objetivos fiscales son muy moderados: esperan que Argentina reduzca sus desequilibrios a mayor velocidad. En otras palabras: no confían en el gradualismo. El déficit fiscal crónico de nuestro país implica que los gastos siempre superan a los ingresos. Y ese bache está siendo tapado con deuda. El acreedor te puede prestar una vez, dos veces, tres veces. Pero espera el rembolso. Y no está claro cuan confiable y solvente somos actualmente.
El FMI exigirá un ajuste. En eso no hay diferencia de diagnóstico con el gobierno. El tema es la velocidad de ese ajuste. Dujovne quiere ir a 60 kilómetros por hora y el Fondo pide no menos de 100 kilómetros por hora.
Los economistas liberales ahora se ríen del gobierno y se burlan del gradualismo. Desfilan por televisión para recordar que esta crisis se debe a que Macri no quiso hacer el ajuste. En una vereda totalmente opuesta, dirigentes kirchneristas y de izquierda hacen fila en los medios para denunciar el plan neoliberal y "entreguista" de Macri. Esquizofrénico.
Como no hicimos los deberes a tiempo y no autocontrolamos el gasto público, la planilla de Excel estará en manos del FMI. ¿Son todas pálidas en la economía real? Es indudable que la inflación será mucho más alta que la meta del 15%. Para el gobierno sería un buen resultado terminar por debajo del 2017: es decir, que la inflación no supere el 24.8%.
La actividad económica tendrá un leve crecimiento: no del 3% como quería el gobierno, pero sí cercano al 2%. La mejor noticia es que podríamos estar peor. Mucho más ardua será la tarea del Banco Central: ¿Cómo y cuándo bajar las actuales tasas al 40%?
Será una buena oportunidad para averiguar si este equipo económico es el mejor de los últimos 50 años como dijo Macri a fines del 2015.