A todos nos ha pasado ingerir alguna comida que contenga porotos (sobre todo en invierno) y que nos de gases o bien, que nos caiga pesado.
Sucede que los porotos contienen proteínas, antioxidantes y fibra, además de prebióticos llamados oligosacáridos. Una vez que los ingerimos y nuestros dientes muelen esos componentes, esta comida llega al estómago, lugar en el que la pepsina la transforma en "pedacitos", para ser absorbidos por la sangre.
Una vez que estas pepsinas ingresan al intestino delgado, otras enzimas disminuyen aún más estas moléculas, las que son transportadas al torrente sanguíneo. Lo que ocurre es que en nuestro cuerpo no existe ninguna sustancia que pueda ayudar al cuerpo a absober los oligosacáridos. Como tienen un tamaño bastante particular en relación a otros componentes, van directo hasta el colon.
En ese lugar, la flora bacteriana se alimenta de los oligosacáridos, y al fermentarse se convierten en pequeñas cadenas de ácido graso, que pueden ser usados como energía y es la propia fermentación la que también produce gases.
