
A todos nos ha pasado alguna vez tener algún callo o alguna dureza en los pies, que no nos gusta mostrar y que con el calzado intentamos ocultar.
Según un estudio publicado por la Universidad de Harvard, los callos no son tan malos como pensamos. Se trata de capas duras y gruesas de piel que aparecen cuando la epidermis trata de protegerse de la ficción y presión.
De acuerdo a la investigación publicada por la revista Nature, este engrosamiento de las células de la epidermis lo que hace es resguardar el pie de superficies incómodas o resbaladizas, lo que hacen los zapatos en la actualidad.
Además, en el análisis también se descubrió que a pesar de la dureza la zona no pierde sensibilidad; la persona percibe las superficies calientes, objetos punzantes e incluso cambios en la postura.
Hay que tener en cuenta que los callos son una respuesta natural del cuerpo, pero si van combinados de otras condiciones es importante que acudas al médico: juanetes, dedo del pie en martillo (deformidad en la que el dedo se dobla en forma de garra) y otras deformidades.