Según advierte la Organización Mundial de Salud (OMS), cada año, más de 8 millones de personas fallecen a causa del tabaco. Más de 7 millones de estas defunciones se deben al consumo directo y alrededor de 1,2 millones, consecuencia de la exposición involuntaria al humo del tabaco. Dejar el tabaco no es fácil, ya que la dependencia es un conjunto de fenómenos conductuales, cognitivos y fisiológicos. Muy pocos consumidores de tabaco pueden dejar el hábito con éxito al primer intento.
Pero existen indicios sólidos de que puede lograrse. Desde libros y consejos para dejar de fumar hasta medicamentos con receta, existen muchas formas eficaces para alcanzar la cesación tabáquica.
Pero, ¿qué le sucede al cuerpo de una persona cuando él o ella decide abandonar el hábito?
A los 20 minutos, disminuye el ritmo cardíaco y baja la tensión arterial.
Dentro de las 12 horas siguientes, el nivel de monóxido de carbono en sangre disminuye hasta valores normales.
Después de 2-12 semanas, mejora la circulación sanguínea y aumenta la función pulmonar.
En 1-9 meses, disminuye la tos y la dificultad para respirar.
En 1 año, el riesgo de cardiopatía coronaria es un 50% inferior al de un fumador.
En 5 años, el riesgo de accidente cerebrovascular corresponde al de un no fumador entre 5 y 15 años después de dejar de fumar.
En 10 años, el riesgo de cáncer de pulmón disminuye hasta ser el 50% del de un fumador, y disminuye también el riesgo de cáncer de boca, de garganta, de esófago, de vejiga y de páncreas.
En 15 años, el riesgo de cardiopatía coronaria es el de un no fumador.




