Estamos atravesando un fin de año más complicado que ninguno. Como suele suceder, llegar a esta altura del año supone un cierto estrés y un cierto agotamiento, y en este 2020 todo esto se ha visto potenciado.
Tenemos que saber que no siempre comemos cuando tenemos hambre y que a veces están implicados otro tipo de factores.
Según los expertos, existe algo que se denomina "hambre emocional" y esto ocurre cuando sentimos determinadas emociones -las más frecuentes son la tristeza, la ansiedad y sobre todo el estrés- las cuales influyen en nuestra alimentación y se gestionan esas mismas sensaciones a través de la ingesta de alimentos.
De acuerdo a la psicóloga y responsable de Bienestar Emocional de Angulas Aguinaga, Marta Moreno, "e fundamental que seamos capaces de dominar estos estímulos ya que, si no lo conseguimos, podemos caer en excesos o carencias con un impacto negativo en nuestra salud. Antes de asaltar la heladera debemos pararnos y pensar, ¿realmente tengo hambre?, ¿cuánto hace que comí? Esto nos ayudará a darnos cuenta si lo que nos pasa realmente es que queremos comer porque estamos nerviosos, enfadados o aburridos".
Por último, la nutricionista también aclara que esto no quiere decir que de vez en cuando no podamos permitirnos un capricho: "No estamos hablando de alimentos prohibidos, si no de adecuar nuestra alimentación a nuestros requerimientos nutricionales. Tenemos que aprender a diferenciar lo que son los alimentos básicos en nuestra dieta de aquellos que debemos consumir de forma ocasional o esporádica y atender al tamaño de las raciones".
