Massa está a punto de cumplir sus primeros tres meses como Ministro de Economía. Domó un panorama financiero turbulento pero tiene el empinado desafío de reducir una inflación que se vuelve insoportable: desde hace varios meses ubicada por encima del 5%.
No hubo shock. Massa no tomó médidas drásticas en lo fiscal, ni en lo monetario ni en lo cambiario. No hubo un cambio de reglas sustancial. Apuesta a la "prolijidad" en todos los campos con lo riesgoso que es ganar credibilidad yendo despacito.
Massa tiene en la cabeza una mezcla compleja para alcanzar el éxito: hacer en simúltaneo lo que hicieron por separado Jorge Remes Lenicov y Roberto Lavagna entre el 2002 y el 2005. Remes Lenicov hizo el trabajo sucio: una devaluación muy brusca (300%) que permitió acomodar fuertemente las cuentas públicas (elevado superávit fiscal y comercial) aunque con el costo de incrementar fuertemente la pobreza por la inflación causada en ese 2002.
Lavagna recogió ese trabajo sucio y tuvo margen para salir de la tempestad económica. El ajuste más grande ya lo había hecho Remes.
Massa debe incorporar las dosis justas de ambos procesos. Evidentemente debe existir una corrección fiscal importante y es algo que está encarando. No lo hace vía una megadevaluación como en el 2002, sino con correcciones graduales del gasto público. De hecho, el gasto público viene creciendo por debajo de la inflación en los últimos meses. Es una buena señal de consolidación fiscal aunque en el medio haya pataleos y griteríos por el "ajuste".
Pero además de bajar el gasto público en términos reales, la idea del equipo de Massa es sostener en el nivel de actividad económica para que no decaiga la recaudación. En septiembre ayudó mucho el Dólar Soja. Entraron muchos dólares a Banco Central, y sobre todo muchos pesos a las arcas del Ministerio de Economía. Dos interrogantes: ¿como se moverá la recaudación en adelante sin el Dólar Soja y con una economía que puede desacelerar el nivel de consumo y actividad?
Massa debe dar señales a todos: convencer al mercado de que él es Remes Lenicov, y a los movimientos sociales de que él es Lavagna. Puede ser un juego enloquecedor: al mismo tiempo prometer ortodoxia fiscal para unos, y ayuda social para otros.
Es el desfiladero estrecho por el que debe caminar Sergio Massa. Martín Guzmán lo intentó y se cayó. No es fácil dejar a todos contentos.
