Durante un resfrío, una gripe o una infección sinusal, el cuerpo suele producir más moco de lo habitual como respuesta natural para atrapar virus, bacterias e irritantes. Esta mucosidad, que se vuelve más espesa y molesta en forma de flema, puede acumularse en la garganta o el pecho, generando tos, carraspeo y sensación de congestión.
“El término flema es más preciso cuando hablamos de la congestión en el pecho o la garganta”, explicó la doctora Heather Viola, del Sistema de Salud Mount Sinai en Estados Unidos.
Este exceso de secreción no solo es resultado de una infección. También puede verse agravado por alergias, aire seco, exposición al humo, ciertos alimentos como los lácteos, medicamentos o incluso por deshidratación.
En cuanto a cómo manejarla, los especialistas coinciden en que no hay riesgo en tragar el moco, ya que el estómago lo descompone sin problemas. Escupir, sin embargo, puede resultar más cómodo cuando la flema es espesa o genera náuseas.
Para aliviar la congestión, se recomienda:
Mantenerse bien hidratado, especialmente con líquidos tibios, usar humidificadores o tomar duchas calientes para humedecer las vías respiratorias, hacer enjuagues nasales con solución salina para despejar las fosas, realizar gárgaras con agua tibia y sal para calmar la garganta, dormir con la cabeza elevada para favorecer el drenaje, evitar irritantes, como el humo del tabaco o el polvo y utilizar expectorantes o descongestionantes, siempre con indicación médica.
Ante síntomas persistentes o que empeoran con los días, es fundamental consultar con un profesional de la salud para recibir un diagnóstico y tratamiento adecuados.