Nicolás Dujovne presentó con bombos y platillos los números fiscales del primer semestre del 2018. Por números fiscales, léase cuánto gastó y recaudó el gobierno. Ese dato es clave porque la variable "fiscal" es una de las que "controla" el FMI. Si no cumplimos con las metas fiscales acordadas, el préstamo puede caerse.
Recordemos cuales son las metas. Antes del acuerdo, el gobierno se comprometió a reducir el déficit de esta forma: llegar a 4.2% en 2017 (logró bajar hasta 3.8%), 3.2% en 2018 (el FMI exigió 2.7%, algo cumplible); pero en 2019 la meta del FMI es del 1.3% en lugar del 2.2% que se había propuesto el gobierno originalmente.
La clave es sobrecumplir con creces la meta de déficit del 2018, para que la del año que viene no sea tan cuesta arriba; es decir, que el ajuste se distribuya de forma parecida en este segundo semestre y en todo el año que viene.
Dujovne tiene razón. El déficit bajó bastante fuerte en el primer semestre de 2018. Allí hubo un dato fundamental: los gastos de capital (obra pública) se desplomaron un 20% comparado con 2017. Eso explicó el por qué de la "mejora" fiscal.
¿Y los demás rubros del gasto público? Los gastos en jubilaciones subieron un 29%; la AUH y Asignaciones Familiares 22.4%; los salarios de empleados públicos 19%; y los subsidios a la luz, el gas y el transporte 8.2%. Es decir, salvo las jubilaciones y pensiones, todos los gastos están creciendo por debajo de la inflación, lo cual implica un "ahorro" para el Estado en términos reales.
La obsesión de Dujovne es achicar al Estado. Y el ministerio de Hacienda elaboró un interesante juego comparativo: gracias a estos últimos recortes, ¿a qué año volvió cada ítem del gasto en términos reales (ajustadas por inflación)?
En salarios públicos volvimos al nivel del 2014, las transferencias a provincias están igual que en 2011 y 2012, los subsidios regresaron a los niveles de 2006 y 2007, mientras que los gastos en jubilaciones y AUH están en su máximo histórico.
Dujovne bajó una línea muy clara a los ocho ministerios que coordina: tienen que pasar la tijera y podar todo lo que se pueda. Pero hay un problema que pocos se animan a decir: mientras los funcionarios buscan cuáles son los árboles que se pueden podar, van surgiendo en paralelo cientos de plantas nuevas. Son los jubilados. Ese gasto es el que explica por qué el déficit no se reduce más rápido. El gobierno recorta dinero a las provincias, a las empresas públicas, a los empleados públicos, a la obra pública… pero el gasto en jubilaciones aumenta siempre muy por encima de la inflación.
Ojo: no quiere decir que cada jubilado gane por encima de la inflación, sino que el gasto crece mucho porque son más los jubilados que ingresan al sistema que los que se van.
Veamos los números del primer semestre de 2018: las jubilaciones y pensiones no contributivas se quedaron con el 42.5% del gasto total. Muy atrás lo siguen los salarios públicos con el 13.5%. Todos los planes sociales nacionales (AUH, Asignaciones familiares, Progresar, Argentina Trabaja, etc.) se llevan el 8.23% de la torta. Los subsidios a las tarifas representan el 7.69%. Y, por último, la obra pública se quedó con el 6.5% del total de gastos.
¿No será hora de revisar algo de ese 42.5% para no tener que desangrar a los demás rubros?
