En el extenso documento firmado por La Cámpora y otros sectores sociales y gremiales que no apoyaron el acuerdo con el FMI, aparecen 5 puntos (o recetas económicas) que ellos rechazan. Son las recetas, según dicen, que siempre aplicó el FMI.
Las 5 recetas “malditas” del Fondo, según el texto, son: reducción del déficit por baja del gasto público, tope al crecimiento y acumulación de reservas, tasa de interés positiva, devaluación controlada del dólar y política monetaria contractiva.
Lo paradójico es que estas 5 recetas “negativas”, según la visión de los firmantes, no se diferencian de los 5 “pilares” que el propio Alberto Fernández anunció en agosto del 2020 cuando “relanzó” su gestión económica tras el acuerdo con los bonistas privados.
Tres de esos cinco pilares de Alberto directamente eran iguales a los impugnados ahora por La Cámpora: acumulación de reservas, eliminación del déficit fiscal y tener un dólar competitivo (que sería el aumento controlado del dólar).
El documento es revelador en muchos sentidos. En primer lugar, queda claro que estos sectores nunca estuvieron de acuerdo con el horizonte económico del Gobierno. O, al menos, eso es lo que se desprende del texto: impugan los intrumentos y las metas económicas que ya habían sido planteadas por Guzmán y el Presidente en el 2020. Pero yendo al contenido de esas recetas, hay otra cosa que queda bastante clara: La Cámpora y afines no toleran ningún gesto que pueda sonar a la “ortodoxia económica”. No quieren reducciones graduales de gasto público, ni dólar competitivo, ni menos monetización del déficit, ni tasa de interés real positiva. Itaí Hagman, en el Congreso, fue el portavoz de esta visión sin concesiones a un ideario más “liberal”.
El audio de Fernanda Vallejos y la carta de Cristina Kirchner después de las PASO ya habían sido otros capítulos que reflejaban las incomodidades por la gestión de Martín Guzmán: entienden que su moderación es claudicación.
La exposición de Miguel Pesce en el Congreso pueda echar más luz sobre estos debates. El Presidente del Banco Central reconoció que muchos de los objetivos macroeconómicos vinculados a lo fiscal, monetario y cambiario no eran exigencias del FMI, sino objetivos también perseguidos por el Gobierno. Para algunos sectores más desconfiados, esto alimenta la sospecha de que el FMI pudo haber sido para Guzmán la oportunidad de implementar avances económicos más “antopopulares” (tasa de interés positiva, reducción de subsidios, etc) sin pagar un costo tan personal.
O dicho de otra manera: la sospecha de que Martín Guzmán prefiera ser monitoreado por el FMI antes que por otros sectores de su propio frente político.
