La crononutrición, una rama de la ciencia que analiza la relación entre los ritmos biológicos y la alimentación, ha revelado que los horarios de las comidas tienen un impacto importante en la salud de los niños. Un estudio realizado por el grupo VALORNUT de la Universidad Complutense de Madrid examinó los hábitos alimentarios de casi 900 niños españoles y encontró que cenar tarde y tener una ventana de alimentación diaria mayor a 12 horas se asocian con una dieta de menor calidad y alteraciones metabólicas.
Aunque estos horarios irregulares no se vincularon directamente con un aumento en la obesidad infantil, sí se observaron niveles alterados de glucosa y colesterol en los niños afectados. Además, los expertos señalaron que estos patrones alimentarios fomentan una mayor improvisación a la hora de elegir alimentos, lo que puede perjudicar el equilibrio nutricional.
Para mejorar la salud metabólica, los especialistas recomiendan sincronizar las comidas con los ritmos circadianos, adelantando la hora de la cena y reduciendo la duración de la ventana de alimentación diaria. Estas prácticas ayudarían a optimizar la utilización de nutrientes y prevenir problemas metabólicos a largo plazo.
Asimismo, la calidad del sueño juega un papel fundamental en el bienestar infantil. El estudio también encontró que los niños con ventanas alimentarias prolongadas suelen dormir menos horas, lo que puede agravar los efectos negativos sobre el metabolismo. Por ello, establecer rutinas de sueño adecuadas es un complemento esencial para una alimentación saludable.
En definitiva, no solo importa qué y cuánto comen los niños, sino también cuándo lo hacen. Promover horarios regulares y alineados con los ritmos biológicos puede ser una estrategia eficaz para cuidar la salud y el desarrollo de los más pequeños.
