Desde hace trece meses la oposición decidió abandonar cualquier contacto con las estadísticas y se abocó a la construcción (y consolidación) de un relato anti-macrista bastante homogéneo: "Este es el gobierno del ajuste, de la inflación, de los despidos y de los ricos".
En el 2016, todos los datos económicos fueron negativos para el gobierno. La "normalización" o "sinceramiento" tuvo costos sobre las principales variables. En el primer semestre, fundamentalmente, hubo destrucción de puestos de trabajo y una aceleración de la inflación (en julio la interanual alcanzó el 46%). El INDEC publicó oportunamente esas caídas y la oposición las recitaba cada vez que podía.
Pero en el 2017, la mayoría de los sectores económicos empezaron a repuntar, la inflación alcanzó a mitad de ese año una interanual del 20% (que después volvió a trepar a 24% por los aumentos de diciembre) y hubo un repunte del empleo.
El PBI, que es la variable que mide el crecimiento de un país, subió aproximadamente un 2.9% en 2017 (aún no se conoce el dato oficial), luego de la caída del 2.3% que experimentó en 2016.
El propio Secretario General de la CGT, Juan Carlos Schmidt, lo dijo hace un par de días: "En los últimos dos años estuvimos dando vueltas con lo que llaman 'normalización de la economía' para volver al PBI del 2015".
De forma implícita, el gremialista estaba reconociendo que el 2017 había sido un año de recuperación. Los organismos internacionales y el Relevamiento de Expectativas de Mercado que elabora el Banco Central dan cuenta de que este crecimiento se repetiría en 2018, 2019 y 2020 a una tasa del 3%.
En la última semana, se conocieron datos interesantes respecto al trabajo en el sector privado. En noviembre de 2017 se alcanzó el máximo histórico en la cantidad de asalariados registrados al contabilizarse casi 6,3 millones. Los datos surgen del SIPA (Sistema Integrado Previsional Argentino), pero allí hay una pequeña trampa: crece la cantidad de trabajadores, pero más rápido crece la Población Económicamente Activa (PEA). Es decir, la torta se agranda menos que la fila de comensales.
En los últimos doce meses, se crearon 116.000 empleos registrados, de los cuales casi 80.000 son del sector privado. Allí lidera cómodamente la construcción (45.000 nuevos trabajadores) y lo siguen "Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler", "Comercio y reparaciones" y "Servicios sociales y de salud".
Estos incrementos son netos, es decir, descontados de los despidos que pudo haber en cada sector. Los datos del salario también reflejan un comportamiento aceptable en el sector privado: hacia noviembre de 2017 hubo una remuneración promedio de 26.000 pesos, lo que implica un incremento interanual del 26%. Los sueldos, para estos trabajadores, están por encima de la inflación.
Esta ensalada de números demuestra la ridiculez de hablar tan categóricamente de "ola de despidos". En todo caso, hay despidos y creación de empleo al mismo tiempo. Como en cualquier economía del mundo.
Con las cifras de pobreza pasa algo similar. No hay ningún estudio serio que afirme que actualmente está creciendo el número de pobres. El primer informe del INDEC desde que asumió Macri (antes había sido discontinuado por Axel Kicillof) fue en septiembre de 2016 y arrojó un 33%. En marzo de 2017 había bajado a 31% y el último dato de septiembre de 2017 fue de 29%. El estudio de la UCA mostró un camino similar, aunque más atenuado en la reducción de la pobreza.
Según el econometrista Martín Rozada, la proyección de pobreza para marzo de 2018 podría ser del 26%. A la misma conclusión se accede cuando se analiza la mejora en la distribución del ingreso de acuerdo al último informe del INDEC.
La oposición dejó de ver estos números. Ni siquiera se esfuerza por refutarlos o reinterpretarlos. Y eso, en una democracia, también perjudica al propio gobierno.
