En medio de un desfile incesante de chicanas y la ausencia de propuestas legislativas de los precandidatos, quizás el tema más importante de cara al 2022 parece ausente: cómo será el acuerdo con el FMI que pasará por el Congreso, según se comprometió el propio Martin Guzmán.
Esto ya está generando silenciosa (y no tan silenciosamente) incomodidades en ambos frentes políticos. Por eso, tal vez, no sea un tema apropiado para debatir en campaña.
Dentro del Frente de Todos, no son pocos los que tienen miedo de que el Ministerio de Economía haga demasiadas concesiones al FMI (tanto en el plazo de pagos como en el plazo para ordenar las cuentas públicas). De tanto en tanto, dirigentes de mucho peso salieron a hablar de este tema para fijar una postura clara: no ceder y negociar con dureza. Lo hizo Cristina Kirchner en dos actos públicos, y también el propio Máximo Kirchner tanto en el Congreso como en esta campaña.
La suba de los precios de las materias primas y el impuesto a las grandes fortunas generaron un colchón recaudatorio muy importante. Guzmán pudo cerrar el excel con prolijidad en los primeros meses del año. Pero esos dos efectos positivos empiezan a desaparecer: el precio de la soja mantiene una tendencia a la baja y el impuesto a las grandes fortunas es extraordinario. Encima, con la cercanía de las elecciones, el Gobierno incrementó el gasto público, lo que presiona a un empeoramiento del resultado fiscal.
Sin mencionar explicitamente al FMI, hay algo de este tema que sí se coló en la campaña electoral: Juntos por el Cambio insiste en la necesidad de bajar impuestos pero no explica cómo lo compensaría. En este contexto de pre-acuerdo con el fondo monetario, no parece muy razonable exigir la baja de impuestos sin detallar por dónde recortar al Estado.
En la oposición sospechan que, tras las elecciones, Cristina Kirchner llamará a un “gran acuerdo nacional” para cerrar con el FMI y encarrilar las cuentas públicas. En ese marco, ¿Juntos por el Cambio aceptará la “invitación” o primará la lógica de la grieta?
Se supone que Guzmán enviará el texto del acuerdo al Congreso durante este verano en las sesiones extraordinarias para evitar pagar el próximo vencimiento de marzo del 2022. Si la oposición fuerza a cambios en el escrito, el acuerdo deberá volver al Directorio del FMI para su revisión. Recién allí retornaría al Congreso para su aprobación definitiva.
Será un debate que puede traer varios batacazos. Por ejemplo, que Juntos por el Cambio esté más a gusto con el acuerdo de Guzmán que el propio Frente de Todos. Tal vez allí sea clave la figura de Cristina Kirchner para unificar un discurso favorable a la propuesta argentina y despejar las dudas de los sectores más “duros” del kirchnerismo.